18 diciembre, 2022
, Mundial

LOS SUEÑOS DE LOS PIBES

Son las tres de la tarde y el sol pega fuertísimo en el techo de chapa. Hace un ratito llegaste de la escuela y te morís de ganas de tirarte a dormir la siesta, pero te ponés la camiseta del club, te calzás las zapatillas, que están recontra gastadas porque son las únicas que tenés, y te vas a entrenar, porque tenés un sueño pegado al alma: jugar en la Selección.

¿Cuántas veces se habrá repetido esta escena en la casa de Di María, en Rosario? Germán Ángel preside el club El Torito, en el barrio La Cerámica, y vio gambetear al Fideo desde chico: “Era flaquito y diminuto, pero tenía ese movimiento rápido que lo caracteriza y lo hacía sobresalir del resto”. Emocionado, nos cuenta todo el sacrificio que hizo la familia de Di María para que Ángel pueda salir adelante y convertirse en una estrella: “Mónica, su madre, es culpable de mucho de lo que logró. Lo llevaba 10 kilómetros en bicicleta para que entrene. El padre también trabajaba, era una familia muy humilde, y hoy es un orgullo para nosotros que los chicos tengan a Angelito como referente. Somos de un barrio con muchas necesidades, están la droga y muchas otras cosas, y a los pibes les enseñamos qué camino es mejor. Todos sueñan con ser futbolistas y representar a Argentina, y cada vez que entran a la canchita se pone en marcha ese sueño”.

¿Cuántas veces habrá soñado el Cuti Romero con jugar la final del mundo? Se lo preguntamos a Santiago Flores, secretario de San Lorenzo de barrio Las Flores, en Córdoba, donde jugó de los 8 a los 12 años, y nos dice que “verlo al Cuti hoy es un orgullo, porque sigue siendo el mismo de siempre, es una persona muy humilde”. Santigo explica que San Lorenzo, además de formar jugadores de fútbol, “se dedica a formar personas, a la contención social de chicos vulnerables o que tienen problemas económicos”, y profundiza: “Tenemos 250 o 300 chicos que practican deporte, adquieren constancia y disciplina, aprenden a trabajar en equipo y se alejan de los vicios. Cuando lleguen a los 18 años, aunque no se conviertan en el Cuti Romero, se podrán insertar en la sociedad de otra manera”.

En San Lorenzo funciona un merendero para los chicos, dos veces a la semana. Además, un convenio con la Universidad Nacional de Córdoba permite que los pibes sepan qué facultades hay, adónde, qué pueden estudiar en ellas. Santiago sintetiza: “Necesitamos políticas de Estado que ayuden al desarrollo de los clubes. Acá todos los que trabajamos lo hacemos ad honorem. El Estado tiene que comprometerse y brindar las herramientas necesarias para que podamos desarrollarnos”.

En El Torito se empezó a cocinar para la gente del barrio durante la pandemia, y llegaron a prepararse 1200 platos de comida por semana. “Tuvimos que fabricar una olla gigante, que hoy en día es un sustento para todos en Zona Norte”, cuenta Germán, y añade: “Hay chicos en el club que no tienen un plato de comida, y los dirigentes políticos deberían darle más importancia. Si los niños y niñas no comen, no pueden entrenar. Acá trabajamos la igualdad para que no haya diferencias: no me gusta que un pibe tenga tremendos botines y otro entrene en ojotas. Todos los chicos tienen que saber que los sueños se pueden hacer realidad”.