* Por Sergio Gustavo Raffaelli, sacerdote en el departamento Jimenez, sobre las fumigaciones con agrotóxicos al noroeste de Santiago del Estero.
La situación que se ve en el video donde hay un avión fumigando y mueren gallinas, es algo muy habitual en esta zona. Desde noviembre a marzo, época de lluvias, se siembra soja y maíz. Las familias campesinas viven estos meses con mucho miedo y preocupación, son conscientes de que ese veneno que mata a sus gallinas es el mismo que respiran.
Generalmente, los vecinos se resignan y soportan las pérdidas. El reclamo de Norma, vecina que filma el video, es reciente. Se ha hecho la denuncia penal contra el responsable, un empresario francés, en la Comisaría del Bobadal. Llegaron efectivos policiales enviados por la Fiscalía provincial de las Termas de Río Hondo, y la Dirección de Agricultura y Ganadería, para hacer los análisis pertinentes sobre muestras de los animales muertos y del agua.
Esto no es nuevo. Los agrotóxicos ya han generado erupciones en la piel, problemas respiratorios, enfermedades como cáncer, leucemia, abortos espontáneos en muchas mujeres; y niñas y niños que nacen con malformaciones. Las familias campesinas tienen sus reservorios de agua abiertos, en calicantos, tachos grandes o aljibes, que no están herméticamente cerrados. Por lo tanto, el agua que entra en contacto con el veneno es la misma que se usa para tomar, bañarse, higienizarse o hacer la comida.
Las comunidades campesinas en Santiago del Estero seguimos exigiendo que paren de fumigar. Este modelo está colapsado, saturado, no se puede seguir envenenando para producir alimento, como dicen los gurúes del agronegocio. Queremos, a largo plazo, que este modelo se termine de una vez por todas. Y en lo próximo, tratar de alejar a las familias de estas prácticas tan nocivas para la salud humana.