21 enero, 2023
, Historias de barro

TINTA Y PASIÓN

Las tardecitas del Bajo Yapeyú tienen ese no sé qué. Le dicen “Bajo” porque en esa parte del este cordobés el suelo declina zarpado y desde lo alto se puede ver el barrio entero, las sierras, el Río Suquía, el atardecer. A pesar del calor insoportable, este verano el barrio tiene otro color. Salimos campeones del mundo y la pasión se tradujo en una alegría que nos dejó marcados, a muchos, hasta en la piel. ¡Dibuje, maestra, dibuje!, le decimos a Belén Pereyra que, con su máquina en mano, traza tatuajes que huelen a victoria.

Belén tiene 30 años, es la 3era de 8 hermanos. Una familia grande, de esas que tienen las puertas abiertas para todas y todos, de esas en “donde come uno, comen 10”. A ella le gusta dibujar desde muy chiquita. Pero desde los veinticinco años se lanzó a su profesión más amada: ser tatuadora. «Desde siempre supe que quería dedicarme a esto, me gustaba dibujar y quería tener un trabajo autogestivo», cuenta.

El Yape, como le dicen, no tenía tatuadoras mujeres. Por eso, al principio, fue difícil que confiaran en el trabajo de Belén. Espíritu pechador, ella no se rindió, siguió practicando y ofreciendo su talento porque, como campeona, confió. Y el barrio no la defraudó: “Me pidieron más de 20 tatuajes relacionados con el Mundial. Me gusta saber que me eligen para que les tatúe algo que es importante para ellos, me da orgullo ver mi trabajo en la piel de las personas”.

Lo que más le gusta es tatuar flores, palabras o frases. Belén sostiene su trabajo de manera autogestiva, y le pone mucha garra. El tatuaje es, para ella, mucho más que una obra de arte: “Las y los argentinos expresamos nuestras pasiones de esta manera. El tatuaje es una forma de comunicación”.

El recopilado de fotos pertenece a las pieles de distintos de barrios, donde el arte villero puso mano, tinta y trabajo autogestivo.