9 febrero, 2023
, Derechos Humanos

«CRUCÉ UN OCÉANO PARA BUSCAR JUSTICIA»

A los 16 años fui secuestrada en mi casa en Santa Fe. Una patota entró rompiendo todo y me arrancaron de la cama cuando estaba con rubéola, inclusive hasta salí descalza, ¿sabes lo que es estar en invierno en un campo de concentración sin zapatillas? Mi secuestrador se llama Eduardo Ramos y fue encubierto por el actual presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti.

Por Patricia Isasa, militante por los derechos humanos, detenida durante la última dictadura militar y expositora en el Congreso, junto a Nora Cortiñas y Pablo Llonto, para el inicio del juicio político a la Corte Suprema.

En el 77 lo habían metido preso con su banda que cometía crímenes “comunes”. Hacían las mismas cosas que nos hacían a nosotros pero por plata. Cayó en un caso que dejaron a una chica con esposas atada a un palo con su corpiño en la boca. Recibió una condena de 16 años de prisión y salió en el 84 por el 2×1.

Estuve en tres centros clandestinos de detención y cuando me liberaron me fui a vivir a Buenos Aires en un exilio interno a partir de los 80. En el 97, mi mamá se enferma y vuelvo a Santa Fe para cuidarla. Horacio Rosatti, actual presidente de la Corte Suprema, era intendente desde el 95 y todo el mundo me decía «Ramos está trabajando en la Municipalidad para Rosatti, es su matón».

Cuando me enteré, empecé a sistematizar un trabajo de investigación sobre estos tipos. Así como ellos estaban a la luz del día, había documentación y era cuestión de organizarla. Encontré la causa de Ramos y de esta bandita policial, y ahí ellos confiesan que son parte de Inteligencia. Insistí para reunirme con Rosatti porque creí que podía no conocer a todos sus empleados.

Le conté absolutamente todo. Le dije que Ramos no podía estar empleado en la Municipalidad porque el estatuto lo prohibía por haber tenido una condena por hecho doloso. Además le conté mi propia historia, este hombre me secuestró, era el amo y señor de la comisaría 1º. Le detallé los abusos, los malos tratos y las torturas que se vivían en ese lugar.

Rosatti no se comprometió a nada, no hizo nada, lo encubrió y ni siquiera se sorprendió, sabía lo que estaba diciendo de un trabajador suyo con causas por corrupción de menores. Ramos es un tipo especialmente violento, todas las compañeras de la Municipalidad se quejaban de que las manoseaba y les hacía insinuaciones sexuales.

A los siete meses me fui a España a declarar, llevé un montón de documentación y lo denuncié a Ramos. Cuando terminé, el juez Garzón me preguntó qué podía hacer por mi y le dije que pida las capturas. Yo crucé un océano para buscar Justicia.

La imputación salió el 16 de octubre del 98, a los 8 meses de yo haberme reunido con Rosatti. Frente a esa imputación, ¿qué pasó? Nada. Lo siguió dejando de empleado municipal, cuando en paralelo en la provincia, a Héctor “el pollo” Colombini, que era jefe de Drogas Peligrosas, lo echaron al otro día.

Estos tipos están ahí arriba, a la cabeza de todo. Y sí, afectan la vida cotidiana de todos. Ellos fallan sobre la vida, la libertad y el patrimonio de las personas jurídicas y humanas. Pueden regular el precio del transporte, el de la telefonía celular o de las prepagas. Necesitamos gente capacitada, que la hay y a montones.