Ni tragedia, ni locura, ni baldazo, ni «una gota» que rebalsa ningún vaso: acaban de matar a una niña, una niñita, otra, fusilada en «la guerra» cotidiana y silenciosa que venimos gritando como podemos a los oídos de todos los funcionarios que conocemos, entre los dueños de las armas, los dueños de la moral y los dueños del silencio.
Mataron a una niña de 4 años.
Mataron anoche a Nayla, cuando estaba jugando en la calle del Bajo Flores. Mataron a la hija de un tipo que todos los días mueve un carro de dignidad. Y mataron porque tienen impunidad. Todos ellos, aunque hoy lloran, sí, todos los que hoy lloran mientras riegan el morbo que mañana venden, todos los que hoy callan aspirando al cargo que mañana tienen, los que juegan a los soldaditos y los que viven contando votitos como si esta inseguridad no contara, como si una bandada de balas pudiera «perderse» o como si realmente tuvieran derecho a sorprenderse por esta verdad que camuflan diariamente, editoriales y discursos cargados de cinismo; el nuevo negacionismo.
Mataron a una niña de 4 años.
Y ahi, justo ahí, donde todo termina, justo ahí empieza lo peor: este show, la indignación, la sorpresa, el clamor, la revictimización, las pistas, la sarasa de especialistas. Toda esa bolsa de nada, volcada sobre la cabeza de la información: «ajuste de cuentas», «enfrentamiento entre bandas», algún malo pobre y ootro rico debate por cadena nacional, como si no le hubieran delegado al estado paralelo, desde el empleo hasta la crisis habitacional.
Mataron a una niña de 4 años.
Y por eso, sólo por eso, se conocerá su nombre, porque si tuviera 14 sería sospechosa y, si tuviera 24, sería culpable. Pero no, como tenía 4, sólo era pobre. Y sí, la mató una de 32 balas, de 32 mil tiroteos, de 32 millones de «ráfagas» que dejan pasar cotidianamente en esta Capital Federal de la pauta oficial, como si no sucedieran a 10 minutos de sus micrófonos, como si la Policía no tuviera responsabilidad y como si esa responsabilidad no fuera política. Pero ahora ¡qué indignación! Indignación de propios y extraños, entre los aunque, los pero, los sin embargo…
Mataron a una niña de 4 años.
Háganse cargo.