Cuando hablamos de consumos problemáticos, necesitamos resaltar la falta de estrategias, de presupuesto destinado y dispositivos estatales que resultan fundamentales para pensar un abordaje real por parte del Estado a esta problemática.
En CABA, el distrito más rico del país, hay más de 3 millones de habitantes y solo existen 25 dispositivos territoriales, dependientes del GCBA, para abordar la problemática, según la página oficial del Gobierno de la Ciudad. Un dispositivo cada 120.000 habitantes. ¿Qué está pasando que no se contiene el crecimiento exponencial del consumo?
En otras provincias, los tratamientos son más acotados y precarios aún. En Tucumán, no hay centros de rehabilitación para mujeres. Mientras que en Paraná, Entre Ríos, solo el Hospital Escuela de Salud Mental garantiza la internación involuntaria para la desintoxicación.
El contexto social y la brecha de desigualdad empeora este escenario y lo vuelve insostenible. Al crecimiento del narcomenudeo en los barrios y las zonas liberadas para las ventas de estas sustancias, se suman el hambre, la falta de trabajo y oportunidades.
Cada persona tiene su singularidad, por ende los tratamientos no pueden ser para todos iguales. Es importante buscar estrategias, activar la escucha clínica, armar redes de contención de 24 horas, promover paralelamente como parte del tratamiento, capacitaciones y oficios, la escolaridad, la alimentación y el trabajo.
¡La salud mental es parte de la salud integral!