Hace tres años se nos cerraron los pulmones. Asfixia de la hipocresía, los micrófonos nacionales que no venían. Nos hicimos, con las postas de salud barriales, contadoras de las muertes en los barrios populares. Ahí estaba ella. No aislada en los hoteles repletos de turistas, sino en la Villa 31, pidiendo agua potable a pesar de los zócalos negacionistas. Mientras todos se lavaban las manos con naturalidad, ella –nosotras–, con las bocas secas contra tanta postverdad, caíamos como moscas que no perdían su voz, a pesar de caer hacinadas, ¡porque aprendimos a no quedarnos calladas!
Hoy mismo esos que no oyeron, esas que no vinieron, aquellos que nos recibieron pero no intervinieron, esos que decían que estaba todo controlado, haciéndose los boludos mirando para otro lado. A esos que nos dijeron cada mentira: ojo, ella los mira.
Pero el tapabocas no fue suficiente, y ahí estaba ella con su garganta empoderada que por siempre será semilla. Y acá estamos nosotras, las negras de la villa.
¿Cómo? Con bronca, con la voz ronca de no verla cocinando un buen guiso para sus hijas, para todo el piberío, desde cualquier comedor comunitario, contra este hambre que se volvió río. ¿Cuándo? Ahora, con la mirada dura para quien nos vea, esperando a Ramo abriendo la asamblea. ¿Dónde? Acá, en estas páginas, debajo de la línea de la pobreza, tratando de no olvidar su sonrisa de enorme belleza. ¿Quiénes? Las ninguna, las nadie, las descalzas a las que aquel 17 de mayo de 2020 nos cortaron un brazo: ella, la que nos iluminaba con un abrazo. ¿Por qué? Por empobrecidas, por precarizadas, por silenciadas, por no ser reconocidas. Por todo, menos por queja.
Porque Ramona no es por acá una noticia vieja. ¿Qué? No es noticia vieja, es la presencia más presencia de nuestro sonido gutural, la bandera que jamás quisimos, un viento que nos precede. Lo gritamos nosotras porque Ramona no puede. Por cada una que la conoció y la admiró. Lo gritamos nosotras porque Ramona no. Para cambiar la historia desde ayer y desde ahora. Lo gritamos nosotras porque Ramona. Porque ella nos enseñó a ser bravas y ser con las otras. Lo gritamos nosotras. Porque la extrañamos. Lo gritamos.