En 2004, Uruguay fue noticia por ser el primer país del mundo en consagrar en su Constitución el derecho al agua y el saneamiento para todas las personas. Sin embargo, hoy casi 20 años después, Montevideo se convirtió en la única capital del planeta que se quedó sin agua potable.
Desde hace 60 días, dos millones de personas en esa ciudad y la zona metropolitana, padecen este problema. Lo poco que queda por la sequía se mezcla con la zona baja del río Santa Lucía que se abastece con el Río de la Plata.
Una vecina de nuestra asamblea en Punta Rieles mencionó que tiene agua que sale de la canilla, pero es intomable porque el sabor es intolerable. “Nos han recomendado bañarnos rápido y recién este mes el gobierno dio 850 pesos por persona para comprar dos bidones, que son 8 litros”.
“La información que nos llega es incierta. El gobierno dice que el agua es bebible, pero no es potable. Se sugiere que la población de riesgo como los hipertensos, diabéticos y las niñeces no usen esa agua, pero el resto de las personas la podemos consumir”.
Carmen Sosa, integrante de la Comisión Nacional de Defensa del Agua y la Vida de ese país, explica que las causas de este hecho no sólo se deben a la sequía, sino que ésta visibilizó un problema que lleva más de 20 años.
“El sistema productivo ha hecho que nuestro suelo y agua estén al servicio de la industria y no del humano. Según un censo de 2019, el cultivo de arroz que se exporta consume cuatro veces más de agua que toda la ciudadanía uruguaya; la celulosa 10 veces más; la soja transgénica 17 veces más y la ganadería 20 veces más. Tenemos un millón 200 mil hectáreas plantadas de eucaliptus y no se sabe todo lo que consumen de agua. El 80% del agua dulce que se usaba era para el agronegocio”, dice Carmen.
En 2013, hubo una primera señal de este problema porque el agua salía marrón. El gobierno planteó 10 medidas para solucionar la situación. Una de ellas era la construcción de una represa. Dijeron que estaría en dos o tres años, pero nunca se hizo.
“Esto no es sequía, es saqueo, es exceso de capitalismo. Los que siempre sufren son los sectores populares”, dice Carmen.
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