Cientos de casos de violencia institucional se presentan a diario en Argentina, que demuestran el profundo racismo que alberga a las Fuerzas de Seguridad y el Poder Judicial. Cuatro ejemplos nos lo demuestran.
En este país se mata por portación de cara, por ser pobre, por vivir en barrios populares y villas, por quedar atrapados en luchas ajenas como la de las mafias del narcotráfico, por ser estigmatizado como “pibe chorro”, por pertenecer a un pueblo originario, por clasismo y racismo.
¿Cuántos seres queridos nos van a seguir quitando las prácticas institucionales racistas? Nos saca a una hija o hijo, a una amiga o amigo, a una conocida o conocido. Y, después, lo que nos queda son familias destruidas, víctimas de un sistema que criminaliza a las personas por su origen, por su historia, por el lugar en el que viven.
Es urgente que se investiguen las responsabilidades de estas muertes y que haya un freno inmediato a la violencia institucional.