Nos recibió con los brazos abiertos, con una merienda de sándwichitos de miga, café y frutas. Esa tarde, Sara Rus, Madre de Plaza de Mayo y sobreviviente de Auschwitz, abrió su libro de historias de pura memoria para enseñarnos una valiosa lección: «Resistir siempre tiene sentido».
Hoy, los que la hemos conocido, la despedimos con un texto en primera persona que nos regaló en 2020. Gracias Sara, hasta la victoria y hasta encontrar a Daniel, las villas te abrazan:
«Aún veo a los oficiales alemanes entrando a mi casa de Polonia, en 1939. ‘¿Quién toca el violín?’, preguntaron. Mi mamá les dijo: ‘Mi nena’. Al instante lo reventaron contra la mesa. Quizá por eso, con mis 93 años, recuerdo mejor que ayer cuando me llevaron al gueto de Lodz, donde perdí a un hermanito por el hambre y a otro asesinado en un hospital.
Ahí me enamoré de Bernardo Rus, quien me anotó en una libreta: 5/5/45. Me prometió que, si sobrevivíamos, él estaría ese día en Argentina. Fueron seis años de martirio, con torturas físicas y psicológicas, pasando hambre en los diferentes lugares que recorrí junto con mi mamá. Porque en Birkenau, Auschwitz, nos separaron en filas y nunca más vi a mi papá.
En 1945 nos pusieron a ambas en las ‘marchas de la muerte’, con destino el campo de concentración de Mauthausen. Ambas teníamos más huesos que carne cuando nos liberaron, exactamente un 5/5/45. Hoy veo en el fin de aquella pesadilla el inicio de otra historia. Porque sí, a pesar de todo, pude reunirme con Bernardo para mudarme a la Argentina. Y aunque los médicos me habían dicho que ya no podría ser madre, tuve aquí a Natalia y Daniel Lázaro Rus.
Pero como si esto no hubiese sido suficiente, el 15 de julio de 1977 recibí el golpe más duro de mi vida. Saliendo de su trabajo en la Comisión Nacional de Energía Atómica, Daniel fue secuestrado y desaparecido por un grupo de tareas. La dictadura me arrancó a mi hijo. Y por ello aún salgo a caminar por lo menos una cuadra en la Plaza de Mayo, cada vez que llega una fecha especial.
Resistir siempre tiene sentido y para dejar ese testimonio sagrado es necesario salir a luchar, sin dar ni un solo paso atrás. Yo no voy a parar de gritar, Nunca Más».