Con emoción, en el Salón Azul del Senado de la Nación, recibimos el premio «Democracia», que para nosotros tiene un valor agregado, porque ustedes fueron el único jurado. Por voluntad del voto popular, estuvimos ahí para agradecer y para gritar a más no poder que las prácticas democráticas de la sociedad deben incluir a las Fuerzas de Seguridad. Por lo pronto, no podemos dedicarnos a celebrar, porque todavía estamos abocados a que no se nos pueda callar, ni a Kevin, ni a sus padres, ni a sus vecinos, ni a todos los barrios como Zavaleta, que siguen padeciendo el ninguneo del Poder y de la prensa careta. De corazón, agradecemos el reconocimiento y la consideración, pero recibirlo callados sería una contradicción: los prefectos que «custodian» la casa de Kevin siguen sin identificación.
Cada vez que me mates sembrarás mi flor.
Vos usas tus armas, tu guerra, tu odio, tu destrucción y mi cuerpo cae. Es cierto, cae. Inevitablemente, consecuentemente. Cae, pero se siembra sobre una tierra sin tiempo donde nuestros sueños florecen y resplandecen eternos e irrefrenables y entonces nacemos otra vez; y somos amor, y somos fantasía, y somos esperanza… somos pequeñas e irreverentes partículas escurridizas perfumando el lodo insípido que pisan tus soldados y descontrolando de belleza tu descolorido control. Cantamos, bailamos, pintamos, decimos aquello que creíste matar cuando mi cuerpo mataste.