Aturdidos desde que bajamos del avión, tras el grito más fuerte que pegó nuestra cooperativa de comunicación, olvidamos que andamos por otro continente, distraídos por la simpleza de esta gente, que encima nos dice gracias, para que nosotros les digamos «prego», como si todos fuéramos embajadores del Diego. De las escuelas a las ferias, surcando las secuelas que se repiten en todas las periferias, Nápoles nos hace sentir en la Argentina, porque sus venas tienen sangre de América Latina y porque su Festival de Derechos Humanos tomó nuestras causas con sus propias manos. Tal vez por eso nos sentimos tan cómodos en este lugar, recorriendo las calles de una anarquía vehicular, donde todas las esquinas están colapsadas, pero a su vez parecen muy bien organizadas, por esta atmósfera tan especial, que nos mantiene envueltos en su diversidad cultural… Voi capite quello che stiamo dicendo?! Todavía estamos cayendo, porque si miran estas fotos teniendo cuenta que sólo conocíamos Italia por las figuritas de Italia 90, seguramente comprenderán que la piel nos eriza la ropa: ¡Esto no es lo que nos contaron de Europa! Ayer por la mañana, visitamos al barrio más estigmatizado de la Patria Maradoniana, que carga con los mismos estigmas que nuestras villas. Y como era de esperar, nos trataron de mil maravillas. Pues desde Zavaleta hasta Scampía, hay un pueblo que resiste todavía, reivindicando el valor cultural del gol, del quartieri español, de la resistencia villera o de un sueño cualquiera, para demostrar que la esperanza aún no está muerta, aunque nos hagan creer que han cerrado la puerta. Nosotros, desde aquí, abrimos una ventana: ¡Aguante la integración latinapolitana!Sí, nuestro grito latinoamericano ya hizo eco en el Coliseo Romano y ahora, a los 15 focos poderosos que había, se suma la asamblea de «Scampía»: hacé click, en la utopía.
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