Mientras algún iluminado ataca la discriminación, levantando un alambrado entre La Quiaca y Villazón, nuestros hermanos bolivianos siguen parados de manos ante propios y extraños, reinventando su realidad, sin espejitos ancestrales: diez años de dignidad, con los gritos de Evo Morales. Y digan lo que digan los derechos inhumanos o algún Premio Nobel de la Paz, hoy los bolivianos gritamos mucho, pero mucho MAS.