* Por Osvaldo Bayer.
Terrible, temible, es la eterna realidad patagónica. Y admirable, entrañable, su rebelión. Como prolongación histórica de las atrocidades infringidas hacia cada pueblo originario, esos guantes blancos, esos conquistadores, esos profanadores de territorios en todos los tiempos, vuelven a impartir su violencia silenciada, su prepotencia más respetada. Aliados a los poderes económicos, lanzan desde el gobierno otro ataque feroz para neutralizar a la información y para infundir el temor en sus guerras culturales, asustados por sus contratos de tierras y ciertos mandatos constitucionales.
Frente a semejante contexto, adverso y perpetuo, no sólo debemos salir y volver a salir a gritar por Santiago Maldonado, sino también escuchar su ejemplo, el eco de un joven que expuso su libertad por una causa justa, lo suficientemente justa como para encontrar miles de gargantas al unísono, para revalidar ahora y siempre nuestros derechos democráticos. Sólo así, poco a poco, la noticia volverá a ser el grito de los barrios, ante cada injusticia promovida por sus empresarios.
Aquellos que buscamos a Santiago, como hemos buscado a tantos otros, seguiremos peleando con el ingenio de la palabra, inspirados en esos ancestros que tan bien supieron defenderse con herramientas de trabajo. Sin dejar de caminar las calles, sin dejar de hablar en las escuelas, sin dejar de pensar en las fábricas, porque no basta con ser intensos, si no somos constantes, para que sus intereses no puedan avanzar. Ni hacernos acallar.
Detrás del rostro de otro desaparecido,
andaremos sin desandar ni un solo milímetro recorrido.
Y a ustedes, hermanas, hermanos mapuches, los abrazo una vez más en la misma lucha, en la misma resistencia, en la misma dignidad, esa que nació hace siglos y vale la pena reconocer, porque no sólo supo trascender, también se supo hacer valer a fuerza de conciencia, sin ejercer más violencia que los saberes organizados, frente a ejércitos de robots armados. Con esa voz, ese argumento y ese corazón que todavía se escucha, han sabido editar nuestra propia historia.
¡No abandonen la lucha!
Hasta la victoria.