Abran los ojos, ustedes que pueden, que no están muertos, ni desaparecidos, ¡están vivos! Abran los ojos, 60 mil ojos grandes como los nietos en la neonatología de la postverdad. Pero cuánta alegría, total normalidad, 60 mil ojos ensangrentados. Ojos rojos, llenos de penas, llenos de alertas. Ojos cerrados y venas abiertas. ¡Ya van a ver! No se lo vayan a perder, hoy, en todas las plazas, en todas las esquinas, en todas las provincias argentinas, nos verán haciendo engrudo en los tachos del obrero testarudo que no volvió jamás, baldes y baldes de un albañil que ya no los usa más. Nunca más. No vamos a empapelar las paredes, vamos a pegar 30 mil ustedes, 30 mil memorias, 30 mil historias. ¿Y ellos? No pegan una, pero alguna van a inventar para seguir pegando abajo. De seguro, van a preguntar cómo carajo nos financiamos, ¡porque no pueden entender para qué mierda militamos! Paciencia, se llama conciencia.
Y no se las cobres,
pensá que son pobres.
Nunca, nunca se preguntan cómo llegamos. Y este párrafo ni lo rimamos, porque tienen tanto poder, que casi casi los aburre leer. No se preguntan cómo mierda pagamos los remises cuando nos niegan las ambulancias por la inseguridad, ni cómo pagamos esa “seguridad” sin ambulancias, ni cómo pagamos la impunidad de 1879 represores en sus casas, ni cómo pagamos las amenazas de sus punteros a los merenderos, ni cómo pagamos los gastos fijos de un velatorio cada día, para enterrar a los hijos que nos roba la Policía. ¿O acaso se preguntan quién paga el infierno de la Argentina, cuando llegan al gobierno los dueños de la doctrina? No les interesa ver, pero hoy quieren saber cuánto nos pagan para luchar, cuándo abandonamos, por qué incubamos ideas, quién mueve lo que se mueve, cómo llegamos a tantos lugares…
Nos organizamos,
79 asambleas populares.
¿Imposibles? Qué cosa más difícil de procesar, cuando los invisibles nos hacemos lugar. Ni muertos, ni vivos, ¡estamos desaparecidos! Ciegos, pero ciegos de alma, llaman a la cana y no sienten la culpa de no querer ver: viajan al mañana y llegan ayer. Ni tabicados en 1978, ni torturados en 2018, ni genocidas de la cultura, ni pobricidas de Prefectura, ni ahogados en los vuelos de la cobardía, ni ahogados en las razzias de Gendarmería, ni ratas adentro de las prisioneras, ni ratas adentro de las financieras, ni bebés robados por la dictadura, ni bebés fusilados por la mano dura, ni madres violadas por militares asesinos, ni mujeres muertas en abortos clandestinos, ni submarinos silenciados, ni submarinos extraviados, ni presos de sus represores, ni presas de sus Gobernadores…
¡Pero qué carajo quieren demostrar!
Que Jorge Julio López no puede marchar.
Aquel Cóndor que todavía ensombrece a la villa, un ala sobre Brasil y otra bien amarilla, vuelve a volar al acecho, para confirmar que algo habremos hecho. Somos negras murgueando, somos negros saltando, somos un montón y somos una cuestión de piel. Somos Marielle. Somos esos globos que hoy verá todo el mundo, con Santiago, con Rafita, con Facundo, surcando los cielos en su partida, ¡somos los vuelos de la vida! Somos un callo. Somos todas las esquinas de Avenida de Mayo, diciendo lo que hay que decir: ¡Patricia Bullrich se tiene que ir! Somos esa chocolatada que te vamos a convidar, para que Cambiemos, la doctrina Chocobar.
Somos una muestra de fotos extraordinarias, que resisten a las domiciliarias. Somos los calendarios que vamos a regalar, para que votes lo que votes, ¡no la vuelvas a cagar! Somos una casilla de dignidad, la villa y el Control Popular a las Fuerzas de Seguridad. Somos el feminismo villero, investigando al terrorismo del noticiero. Somos las sobrevivientes de sus topadoras, los insolentes y las provocadoras que jamás vamos a desaparecer, porque no sólo construimos poder, sino que aprendimos del mejor albañil…
Ya nos van a ver,
¡somos 30 mil!