Por Claudia Mora, vecina del barrio comunitario Parque Esperanza, de la localidad cordobesa de Juárez Celman
En el barrio Parque Esperanza, éramos 120 familias pero en realidad, éramos una sola: teníamos comedor comunitario y merendero para los niños, talleres de mujeres de violencia de género. Nos conocíamos todos, sabíamos qué necesitaba el vecino. Era todo una comunidad.
Sí, era.
Porque el 1 de junio, nos levantamos con toda la policía encima: patrulleros, caballos, palos, topadoras. Y, con la quema de una casa, dieron inicio al desalojo. Comenzaron a patear todas las puertas de los vecinos. Mientras estaban haciendo eso, una compañera me dijo que en el Centro Integrador Comunitario (CIC), de la Municipalidad, el gobierno nos iba a hacer una propuesta. Yo dejé a mis cinco hijos en casa, con mi pareja, y fuimos para allá.
Nos echaron del edificio, con la policía.
De ahí, volvimos al barrio, que estaba siendo arrasado. El policía que nos había dejado salir no nos dejaba volver a entrar. Entonces, yo tenía mis hijos adentro del barrio, y yo afuera. Los escuchaba llorar: una de mis nenas me llamaba a los gritos, desde la casa.
La asistente social que estaba en el CIC decía que no podía intervenir.
Ahí nomás, a mi pareja le dijeron que tenía 10 minutos para sacar todo de adentro de la casa. Mientras él estaba adentro haciendo eso, una topadora rompía la parte de atrás de la vivienda…
Recordé el momento, hace cuatro años, cuando decidí venir al Barrio Comunitario, por no poder pagar el alquiler de mi anterior hogar. Mi casita, que era de madera y lona, después, con mucho esfuerzo y sacrificio, se convirtió en una casa pre-fabricada, con cocina y comedor. Y ahora, se estaba convirtiendo en escombros, sin que yo pudiera hacer nada…
No era la única: a las 6 de la tarde, cuando habían volteado casi todas las casas, pudimos entrar al predio con bolsas con comida que habíamos juntado para darle a la gente que había quedado en el terreno. Una imagen horrible, que jamás podremos borrar, es la de las familias desesperadas, con su poquito de cosas que habían podido juntar, sentados en una silla, y la topadora pasando por atrás aplastándoles todo.
¡Todo esto, sin orden judicial!
Ahora, como varios de nosotros, estoy pasando el día en la capilla, colaborando con los vecinos. Y durante la noche me voy a dormir a otra iglesia, porque no hay lugar para todos, con mi hijo de once años.
Durante estos días eternos, han pasado varios anuncios de mesa de diálogo convocadas por el Ministerio de Desarrollo Social, a las que el ministro no acudió o a las que directamente, no fue ningún representante del gobierno provincial. Su oferta siempre fue una miseria: 42 mil pesos por familia. ¡Nosotros queremos que con esa plata, nos den tierras!
No aceptaremos ninguna otra solución.
Porque aquí, todo es un gran negocio inmobiliario, que quieren hacer con tierras que estuvieron ociosas, pues en dos días, vaciaron los terrenos y comenzaron a limpiarlos. ¿Por qué el apuro, para desalojar? ¿Por qué hacerlo, sin orden judicial?
A la gente que está en luchas similares (sabemos que las hay, y muchas), les digo que no baje los brazos y no se deje vencer. Y que nosotros nos sumaremos a su lucha, como muchos se han sumado a la nuestra. Por eso, convocamos este 28 de junio, a una gran movilización, en el centro de Córdoba, para declarar, entre todos, la emergencia habitacional.
Y a quienes todavía no se han sumado, les pedimos que no se dejen llevar por las mentiras que repiten los medios, y que vengan a conocer realmente cuál es la situación de las familias, porque acá es donde se ve lo que realmente pasa…
¡Hay 120 familias a las que el gobierno dejó sin casa!
Este jueves 28 a las 17, frente al Patio Olmos de Córdoba Capital,
Los vecinos sin techo piden una solución real…
¡Y que se declare la emergencia habitacional!