*Por Susy Shock y Marlene Wayar,
gargantas compañeras de Diana Sacayán.
De cara a la tercera marcha contra los travesticidios y transfemicidios de esta tarde, tenemos por primera vez un antecedente jurídico de nuestro lado. Porque hasta ahora, siempre, siempre, ¡siempre! que hubo una noticia sobre las travas, fue por algo negativo. Sin embargo, la sentencia por el travesticidio de Diana, el 18 de junio pasado, nos dio un poco de paz. No fue un día más: irrumpió la figura legal de “travesticidio” y logramos la perpetua a su asesino Gabriel David Marino, rompiendo un dogma jurídico que resuena en toda América Latina porque su homicida recibió la condena por “crimen de odio a la identidad de género”. Y si un poder tan vetusto como el Judicial lo interpreta así, también tiene la obligación de leer su vivir.
Su despedida la vivimos como las leyes generales de la vida de una trava indican: desaparecer de un día para el otro. A partir del juicio se volvió a hablar de Diana, pero no de quién era ella, que junto a Lohana Berkins cambiaron nuestra historia. A ambas les debemos muchísimo, fueron artífices principales para que se nos reconozca con nombre y apellido. No están corporalmente, pero sus legados permiten que sigamos conquistando derechos en esta coyuntura horrible.
En la movilización de hoy esperamos que la gente se conmueva, que mejore su mundo y que en la comunidad trans tengamos espacios de encuentro propios que superen cualquier tipo de diferencias. Somos sujetas de derecho con grandes saberes, un montón de compañeras torciendo lo convencional y lo establecido, jodiéndole la vida a «los vivos». Sí, así, en masculino. Y lo hacemos hasta después de muertas, para asegurarle a la próxima generación crecer en una sociedad diferente. Por eso, debemos estar todas y todos marchando al Congreso de la Nación desde las 6 de la tarde: si no saben qué hacer, simplemente marquen presencia, abracen y acompañen.
A quienes se han ido debemos mantenerlas vivas y cálidas con lo que produjeron, con sus palabras, con sus mensajes, con sus acciones, sin vaciar su contenido. La figura de Diana se multiplicó por cientos, por miles, porque no sólo la definía su travestidad, sino su barrio de La Matanza, la pobreza, su mamá también víctima de violencia de género. Cada uno de esos dolores la marcaron, la atravesaron y constituyeron su discurso, a partir de lo cual construyó nuevos paradigmas de vida y enormes transformaciones. Hay que seguir su ejemplo, creciendo en el abrazo, en el encuentro y en la unidad de las travas en esta batalla, ayudándonos mutuamente.
Gritando que Diana no se calla.
¡Que Diana está presente!