Por Mônica Benício,
compañera de Marielle Franco, a un año de la desaparición forzada de Santiago.
El viernes pasado estuve con Sergio Maldonado. Ese día era el cumpleaños de mi compañera Marielle Franco, que no llegó a celebrar sus 39 años porque le arrancaron la vida brutalmente. Sergio caminó a mi lado pidiendo justicia por ella y también por su hermano Santiago. Y a pesar de haber tenido historias diferentes, no sólo nos unió el dolor de perder a alguien que amamos, también la sensibilidad para enfrentar a la injusticia, principalmente porque no nos conformamos a vivir en un mundo donde las vidas son diezmadas por la violencia de gobiernos que no gobiernan para y por el pueblo. Ni a que pocos tengan mucho y muchos no tengan nada. Pero principalmente: ¡No aceptaremos jamás que nos silencien e intenten arrebatarnos el derecho a pelear!
La resistencia contra el mal era parte de Santiago, de Marielle y de tantas otras y otros que los precedieron y perdieron sus vidas creyendo que el mundo puede ser un mejor lugar. Mi lucha, la de Sergio y la de tantas hermanas y hermanos del continente, busca que no existan más injusticias como las que cometieron con nosotros. Cuando nos enlazamos por una misma causa, mostrando que no hay fronteras que limiten el dolor y sobre todo impidan nuestros sueños, nos levantamos ante la opresión de sistemas desiguales y nos entusiasmamos cuando, en cualquier rincón, se construye una nueva bandera de libertad.
Frente a un escenario tan complejo de quita de derechos, de innumerables violaciones y de represión estatal, sumamos fuerzas por el sentimiento más querido que tenemos: el amor. Y juntos nos convertimos en resistencia, en la esperanza de caminar una tierra más igualitaria. Eso movía a Santiago, eso movía a Marielle, eso nos une y nos guía con coraje, osadía y determinación.
Cuando miles de personas de América Latina, como vimos en la marcha del viernes en el Foro de La Poderosa en Porto Alegre, salgan a pedir justicia por Marielle y Santiago, diremos en una sola voz que no permitiremos que la violencia sea naturalizada ni tampoco que nos quiten nuestra humanidad. Ambos Estados nos deben el esclarecimiento de la barbaridad cometida, porque la dilucidación de estos crímenes no es simplemente un pedido de justicia, sino una garantía de la democracia. Por eso reafirmo: somos todos inconformistas y seguiremos batallando para que la democracia se expanda y se universalice a través de las luchas de los movimientos sociales.
Al pueblo argentino y a todo el pueblo latinoamericano quiero decirles que en un escenario en donde muchas veces entraremos en duda, en el que nos querrán convencer de que somos románticos e idealistas y que sólo pensamos en imposibles, no nos vamos a resignar. Al día siguiente nos levantaremos y seguiremos cada una y cada uno en su frente, construyendo este otro mundo.
Para terminar, tomo unas palabras de Rosa Luxemburgo: “Quien no se mueve, no siente las cadenas”. Por eso, Sergio, nos seguiremos moviendo por Santiago y por Marielle, hasta que tengamos una América Latina que jamás se conforme a vivir encadenada.