En Lomas de Zamora, 62 pibes de entre 16 y 19 años están encerrados en el Centro de Recepción, Educación y Ubicación de menores (CREU). Allí, lejos de cortarles el futuro y condenarlos a la exclusión y el estigma, las y los docentes trabajan para su reinserción a través del estudio y el deporte. Ahí escriben, se escuchan y hablan sobre sus realidades y sueños que tanto se ningunean afuera. «A los pibes jóvenes nos impiden acceder a derechos”, dice Lautaro, atento, cabizbajo. “Es triste que estemos acá en vez de poder estudiar en una escuela”, complementa Lucio, antes de que tome la palabra Juan Alexis. «Tenemos ganas de hacer muchas cosas, nos mantenemos en buen estado físico porque permanecemos en constante actividad. Pero tengo que admitir que a veces cierro los ojos y me imagino en una plaza o abrazando a mi vieja».
Una de las aulas lleva el nombre de “libertad”. Otra, de “memoria”. Dos palabras que estimulan a erradicar la mirada inquisidora ajena.
Estudiar para transformar,
siempre valdrá la pena.
«Luchando sin atajos, los invisibles…»
Oíd mortales, el grito sagrado.
Madre de todos los colores.
El poder de la palabra.
Hoy y siempre.
El sabor del encuentro.
Juventud, divino tesoro.