Cuesta, sinceramente nos cuesta y nos estresa un montón. Más allá de la ansiedad generalizada y la desigualdad reinante, la virtualidad para la continuidad pedagógica en todos los niveles de la educación, por acá abajo, se vuelve una aventura casi imposible. Se triplica la dificultad cuando llueve dentro de tu casa, cuando no tenés todos los materiales necesarios para estudiar, cuando sabés que a la vuelta de la esquina tenés cientos de casos positivos de Covid-19 y de dengue, cuando la señal telefónica es bajísima, cuando rasguñás los datos móviles para estar en clase o cuando improvisás malabares para que tus hijas e hijos no pierdan el año.
No es casualidad que esta realidad se materialice en historias como la de los dos hijos adolescentes de Mariana Porcel, que viven en el barrio Constitución de San Rafael, Mendoza, y sin elementos deben seguir estudiando a distancia en la escuela Ebyma. Estas mismas experiencias son transversales en los barrios populares, de punta a punta, y hay que tener ingenio para buscar estrategias que permitan seguir estudiando, lo mismo que ocurre con Nelson Santacruz en la Villa 21-24, cursando periodismo en Universidad Nacional de Avellaneda, o Adriana García, que también debe acompañar los estudios de sus 3 hijos y continuar con sus clases de costura gracias a una beca en el Instituto Piazza de Rosario.
Tres realidades que no son ninguna anécdota ni sorpresa para los barrios: «Las familias no sólo deben garantizar que sus hijos tengan dispositivos tecnológicos adecuados, sino que tenemos que estar capacitados para usarlos correctamente», reflexiona Mariana. «Hay muchos vecinos y vecinas que no saben utilizar aplicaciones, mails o un word, ¿cómo van a acompañar a los peques?», se pregunta Nelson, y agrega que todo pesa más cuando las changas están paradas y no hay ingresos mensuales para abonar internet: «No faltan ganas, faltan recursos. Y es muy difícil vivirlo, más de lo que cualquiera podría imaginarse». Por su parte, Adriana cuenta que «mandan las tareas por whatsapp y hay días que no tenemos para cargar saldo. La seño nos manda fotos de la tarea y les sacamos fotocopias de más de $100 de gasto, cuando podemos. Sino, la nena copia todo a mano, durante todo el día, y recién ahí nos ponemos a resolver las tareas».
Classroom, Jitsi meet, Zoom, Moodle e incluso videos de Youtube o los mails, son opciones de terror a la hora de resolver una actividad en los barrios. Mariana pone la lupa sobre los talleres de educación popular que en las villas trabajan codo a codo con las y los vecinos para que todo sea más llevadero: «Desde La Poderosa, acá en San rafael, contamos con el apoyo de tres maestras del Nivel Inicial y otras tres compañeras que colaboran con nuestras niñas y niños, imprimiendo las tareas y explicando algunos temas que no sabemos cómo explicar». Otra vez la comunidad para la comunidad. Mientras, Nelson diariamente se sube al techo de su casa para captar señal y cursar sus materias con el celular. Realiza trabajos prácticos largos, lee libros y apuntes con el teléfono: «Es muy complicado sostener un cuatrimestre así. No se trata de meritocracias, ni aplausos por cursar de este modo. Se trata de que efectivamente implementen la formación digital y el acceso a internet, con o sin pandemia, para continuar estudiando».
En los barrios queremos aprender,
por eso estamos gritando.