A lo largo de toda la historia, fueron trazando el camino los Derechos Humanos, esos que son inherentes a todas las personas por el mero hecho de existir, aunque se hayan obtenido a través de la lucha, esos que ya conquistamos y los que nos faltan conseguir: una casa habitable, un digno acceso a la salud integral y a la educación pública, a la información y a decidir. Hoy exigimos uno de esos derechos que nos negaron históricamente, necesario y vital, porque las pibas seguimos muriendo por abortos clandestinos. Peleando con el puño en alto, nos abrazamos a nuestra madraza, Norita Cortiñas, y a nuestra maestra, Nelly Minyersky.
“El aborto es un derecho humano porque tiene que ver totalmente con la salud de la población, sobre todo salva la vida de las mujeres pobres. Esta es una ley para proteger a las mujeres y a sus familias, para cuidar la salud y la vida”, nos dice Norita, que iluminó siempre el camino de resistencia, de pañuelos blancos y verdes, de plazas colmadas, de mujeres libres. Plantada como de costumbre, no le sorprende que el debate en Diputados sea en esta fecha tan particular porque “¡ALGÚN DÍA TENÍA QUE SER!” y mejor, ahora que finalmente llegó, que sea como esperamos: “Necesitamos que salga la ley, como tiene que salir. Con los puntos claros para que sirva en serio, que no sea un adorno”.
Entre el aguante y la fortaleza, también contamos con Nelly, otra soldada del pueblo que, a sus 91 años, sabe que “la prueba de que el aborto es un derecho humano, es cómo lo tomaron las jóvenes: transmite un mensaje de libertad, igualdad y autonomía que es fundamental para la democracia. Cuando ampliás derechos, como lo hicimos con el divorcio vincular y tantas otras leyes, no obligás a nadie; en cambio, cuando los negás, limitás e invadís aspectos de la vida privada como tener o no hijos, cuántos y cuándo”.
Convencidas de la enorme deuda pendiente que tiene el Estado con las personas gestantes, para Norita nada se termina acá, ya que significa un puntapié inicial desde donde empezar a construir: “Debe haber educación sexual efectiva en todos los colegios, no se puede abandonar al pueblo en algo tan importante”. Nelly coincide y profundiza en la importancia de sacarnos no sólo las condenas, sino también las cadenas: “Tenemos que devolverle a las mujeres, a las jóvenes, el derecho al goce, el derecho a vivir la reproducción y la sexualidad lejos del sacrificio”.
Después de una eterna espera, finalmente tenemos luz verde. Hoy, en el Día de los Derechos Humanos, las villeras estamos más plantadas que siempre, para no llorar nunca más a nuestras compañeras, amigas y vecinas muertas en la clandestinidad. Por eso cuestionamos la moral, construimos nuestro futuro y sostenemos un mismo grito: ¡necesitamos ya el aborto legal, seguro y gratuito!
