MUESTRA DE FOTOS PLASMADA EN PLAZA DE MAYO EL 24 DE MARZO DE 2022
Acá nos abrazamos de vuelta, como lo hemos hecho 30 mil veces, con la resistencia villera a flor de piel. Pisamos otra vez la Plaza y sus pasillos que sufrieron lo más cruel. Porque los milicos secuestraron a nuestras vecinas y vecinos: papás, mamás, hijas, abuelas, primos y hermanos. A todos los que los negacionistas tildan como «el curro de los Derechos Humanos». Y no, ni ellos ni la pandemia evitaron que ejercitemos los músculos de nuestra memoria, ¡porque la dictadura también intentó asesinar nuestra propia historia! Esa que late todavía entre los ladrillos pelados que ignoran los gobernadores. Esos que alguna vez quiso erradicar, con topadoras, Osvaldo Andrés Cacciatore. Pero no pudieron, no podrán, ni con la peor de las cepas del olvido. Para las villeras y los villeros abandonar las banderas está prohibido. Acá donde nuestras Mamás y nuestras Abuelas nos inyectaron la lucha, reivindicamos cada derecho. Comer, curarse, jugar, laburar, educarse y tener un techo. Deudas de entonces, deudas de ahora, que persisten ante tanto virus de la desigualdad. Todo aquello que escribió Rodolfo en su carta abierta, con la pluma de su verdad. Entonces nuestra sociedad padecía de los síntomas del Fondo Monetario Internacional mientras, como hoy, nuestros barrios ya reclamaban ante la crisis habitacional. Lejos de entablar paralelismos, sabemos que muchos de los que nos hambrean hoy son los mismos. La pata civil, esa que camina en silencio, bajo el slogan de Ford, Ledesma o Clarín. Por todo eso, por mucho más, es nuestro tiempo de gritar: ¡A donde vayan los iremos a buscar!