* Por Marcela Galeano, vecina de la Villa 31 y abuela de Jessica.
Mi nieta Jessica tiene nueve años y unas ganas de vivir impresionantes, es una guerrera. Desde los tres años ya no quería ser llamada por el nombre masculino. Su hermana menor es su alma gemela, desde chicas se disfrazaban de princesas. Antes estaba triste, pero la transición la cambió: hoy es feliz.
Al principio, lo reconozco, pensaba que hacía mal en vestirse de nena, pero al notar que cuando llegaba del colegio y se sacaba toda la ropa como si le quemara para ponerse un vestido, vi que sufría horrores cuando se vestía de nene. Hasta que un día dijo: “¡Basta! no quiero saber más nada”. Fueron épocas duras, me abrió la mente a mil.
–“Abuela, si dejo de usar mi nombre anterior para llamarme Jessica, ¿vas a amarme igual?”, me preguntó.
–“Te voy a amar lo mismo, porque sos mi nieta. Lo que elijas ser es tu decisión. Yo quiero una nieta viva y no un nieto muerto. Lo único que te digo es que vamos a tener que pelear”.
Y así fue, primero en un acto de la escuela por el día de la tradición, fue vestida de paisana. Salimos de la mano y las vecinas la miraban a ella. No eran los chicos el problema, eran los adultos. Una mamá llegó a decir que cambiaría a su hijo porque eso se contagia, mientras eran inseparables entre ellos. Decía que, según sus creencias religiosas, era una abominación». ¡Un disparate total!
Hay tantas compañeras trans que han tenido que pasar por cosas terribles hasta poder recibir su cambio de género, incluso han muerto sin recibirlo. Para nosotras, es un orgullo que Jessica sea reconocida como lo que siempre fue. Encara las cosas como nadie y creo que está armando un caparazón por las dudas. Lamentablemente, sabe que va a tener que pelear mucho. Pero no tiene miedo.
Ella dice que cuando sea grande va a ser una “Supertravita”, para hacer valer los derechos de todes les travestis y trans. Y yo creo que va a llegar, no sé si a presidenta, pero que va a ser una gran diputada o senadora, eso… olvidate. Le sobra fuerza.