El próximo martes, cuando Argentina salga a la cancha en su primer partido de Qatar, en la casa de los González, del barrio San Alberto, en Florencio Varela, va a faltar Lucas. La policía de la Ciudad le negó la posibilidad de vivir otro mundial, de gritar goles y de hacerlos, de mirar partidos y de jugarlos, de cantar canciones y ser a quien se las canten.
Lucas jugaba en las inferiores de Barracas Central y tenía el sueño de llegar a la primera. Como tantos otros, seguramente también anhelaba jugar un Mundial con la selección, hasta que apareció la brigada de la Policía de la Ciudad, sin identificación, a dispararle a él y a sus compañeros. ¿Bajo qué motivos? Solamente por ser jóvenes y estar en un auto cerca de la villa.
Esta tarde, familiares y amigos van a rendir homenaje a Lucas y hacerse escuchar en el Palacio de Justicia, Tribunales, para pedir celeridad en la investigación y una condena ejemplar.
El 16 de marzo del año que viene comenzará el juicio contra los tres policías acusados de matar al chico de 17 años por «homicidio agravado cometido con alevosía, por odio racial, por el concurso premeditado de dos o más personas y por cometerse abusando de su función o cargo de una fuerza policial», según la causa.
Además, hay otros 11 policías imputados por ser considerados coautores de los delitos de falsedad ideológica, privación ilegal de la libertad y encubrimiento agravado por condición de funcionarios públicos.
En este noviembre,
quedan gritos por sumar:
¡Justicia por Lucas!
¡Ni un pibe menos!
¡Ni una bala más!