Nahuel y Aaron eran primos. Tenían 14 y 15 años respectivamente y vivían en el barrio Los Ceibos, en González Catán, La Matanza. El lunes 15 de enero fueron acribillados: según testigos, los asesinos eran policías de la Comisaría de Villa Dorrego.
“Fueron a buscar un cargador a lo de su tía, a una cuadra y media de mi casa. Después se escuchan siete disparos, y uno de los amigos de Nahuel me grita: ‘María, le pegaron a Nahuel’. Salgo corriendo, estaba lleno de gente y mi nene y mi sobrino estaban tirados en el piso, sin vida. Los testigos cuentan que eran policías en un auto gris; uno se bajó, le disparó primero a mi sobrino y después a mi hijo. Estaba lleno de gente, pero tienen miedo de hablar, porque si quienes te deberían cuidar mataron dos chicos, imaginate”, relata María Duarte, mamá de Nahuel.
La causa está en manos del Juzgado de Menores de San Justo, pero la familia de las víctimas denuncia que no avanza. El miércoles pasado se realizó una movilización en la Ruta 3 para exigir que la investigación se acelere. “En estos diez días no hicieron nada: ahora estamos esperando, algo tienen que hacer”, comenta María, que remarca que “los efectivos no fueron identificados y están libres”.
“La policía siempre pasaba y le decía cosas a los pibes que estaban sentados en la esquina. A mi sobrino, cuando caminaba por la calle, le decían `subite a la vereda, negro de mierda´. Así tratan a todos los pibitos”, cuenta María, que define a su hijo como “un chico bueno, sin maldad, al que le gustaba jugar a la pelota, salir y juntarse con los amigos”.
“Estamos todos devastados, es algo que no puedo explicar. Cuando cortamos la ruta se sumaron muchos vecinos, en el barrio hay muchos chicos de la misma edad y tenemos miedo de que esto vuelva a pasar”, finaliza.
Justicia por Aaron, por Nahuel y por todas las pibas y pibes asesinados por la bala policial. ¡Ni un pibe menos, ni una piba menos, ni una bala más!
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