¿Alguna vez nos preguntamos qué tiene lo que ponemos en nuestro plato, cómo llegó y qué efecto genera en nuestra salud? Nuestro país ya produce y consume el trigo transgénico HB4. Charlamos sobre esto con Agustín Suárez, referente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).
«A partir de ahora tendremos en el pan de las y los argentinos trigo transgénico. Estamos ante las primeras cosechas, y de a poco se empieza a masificar la semilla. Si bien la soja transgénica también está en los alimentos y ya la venimos consumiendo, esto forma parte de una profundización del modelo».
El trigo se encuentra en muchos alimentos, sobre todo, los que consumen los barrios populares. La harina es de los productos más económicos y accesibles para cocinar. «Cuando un productor vende el trigo, no se separa por un lado el trigo convencional y limpio, y por otro el transgénico con HB4. Va todo al mismo silo y eso va a parar al pan, a los fideos y a nuestros cuerpos», reafirma Agustín.
«Hay dos problemas: por un lado la semilla transgénica y, por otro, la cantidad de veneno que se utiliza. La semilla del trigo se modifica y se le da resistencia a la sequía y a un veneno particular, el glufosinato de amonio. Por esto, se utiliza mucho más veneno. Muchas familias y campesinos que laburan con químicos desarrollan problemas como la pérdida de embarazos, malformación y distintos tipos de cáncer. Eso responde obviamente al uso de insecticidas, pesticidas y al consumo de los alimentos en contacto con esos químicos».
Uno de los molinos que realiza el procesamiento de este trigo es La Esmeralda, de Santa Fe. El gobierno nacional lo avaló sin restricciones.
«Hace dos años se viene trabajando con este trigo que es un invento argentino, hecho por el Conicet y gente de las universidades. Por más que esté hecho por el Estado, las regalías las tienen las mismas empresas de siempre. Terminamos dando más poder económico a corporaciones mundiales en vez de pensar cómo podemos comer más sano».