Mayo es el mes de nuestras madres latinoamericanas. En Uruguay, en Cuba, en México y en República Dominicana. Algo tendrán estas fechas que unen sororamente a las gestoras de ese amor que nos sobrevuela. También en Ecuador, Haití, Brasil y Venezuela.
Pero no todo se trata del cariño y los ramos de flores, en todos los países el reconocimiento laboral a las trabajadoras del hogar hacen agua. Ellas gritan, además, en Chile, Colombia, Puerto Rico y Nicaragua. ¿Para qué lo resaltamos? Todos estos cantos, todos, desembocan en nuestras formas de concebir la maternidad desde las villas. Acá mismo donde la deuda con todas nuestras mamás se acentúan de verdad: ¡Argentina está pintada por la plurinacionalidad!
Las paraguayas, por ejemplo, se hacen eco de Juana María de Lara quien el 15 de mayo de 1811 fue la guerrera de la liberación colonial en las tierras guaraní. ¿Cuántas veces las han visto trabajando precarizadas por ahí? Sino recordemos al movimiento estudiantil peruano, quien en 1924 desde la Universidad Nacional Mayor de San Marcos impulsaron que cada segundo domingo de este mes se celebre a las luchadoras andinas, a las marronas que muchos miran con desgracia. ¿Cuántas son las que mueren ahora mismo, salen a las calles contra la dictadura que carcome su democracia?
O recordemos lo ejemplar de nuestras vecinas bolivianas, las que enfrentaron un Golpe de Estado recientemente como reencarnación de Manuela Gandillas, quien el 27 de mayo de 1812 salió con su voz de fuego hasta morir en la Guerra de la Independencia contra aquel continente asesino.
¿Por qué se odia tanto la lengua, las costumbres, el color, la idiosincrasia del país vecino? A todas ellas, nuestras viejitas latinoamericanas, el abrazo más grande desde este continente agradecido. ¡Gracias por la resistencia! Por no bajar los brazos, por ese feminismo popular que jamás se dará por vencido. ¡Gracias por el trabajo! Por seguir en lucha, por el mate cocido. ¡Gracias, mamás, por habernos parido!