En lo que va del año siete pibas y pibes que tendrían que estar en la escuela o jugando con amigos, fueron asesinados en distintas balaceras en barrios populares de Rosario. “El más chico fue Maxi Jerez, de 11 años, que vivía en el barrio Los Pumitas”, dice Juan Casiello, secretario general de la Asociación de Magisterio de Santa Fe (AMSAFE), en Rosario.
“El año pasado fueron 33 los menores asesinados y todo indica que en 2023 ese número lo vamos a pasar rápidamente. Desde marzo, las escuelas se han transformado en un blanco preferido para las bandas y eso impacta muchísimo en la escolaridad”.
Para Casiello la razón por la que se están atacando escuelas se debe a dos factores: “Las balaceras les garantizan visibilidad a las bandas, por la repercusión, y además, sin duda las instituciones educativas siguen siendo un lugar de contención que representan muchas veces la única presencia del Estado en los barrios y una apuesta para construir otro futuro, por lo que eso también le molesta a los grupos del narco”.
“Lo que nosotros denunciamos es que la militarización no ha sido la solución. Planteamos dos cosas: por un lado, otra respuesta del Estado y por otra parte, cortar los vínculos con las mafias para que el poder político recupere el control de la calle”, dice Juan.
Una maestra de una de las escuelas baleadas en el barrio Ludueña, explica: “Mi responsabilidad, más allá de lo pedagógico, es que las y los chicos no se golpeen, no se caigan, no se patinen, pero no cuidarlos con mi cuerpo por si abren fuego contra la escuela, como ha pasado en varios lugares”.
“Lo único que quiero es que mis pibes vayan a la escuela contentos, que puedan educarse para una sociedad mejor, más justa y más igualitaria. Eso de que un chico tenga miedo de ir a la escuela, a jugar a una plaza o hacer un mandado porque lo pueden balear en barrios como Ludueña, Empalme, Cerámica o la Tablada, me parece increíble”, cierra la maestra.