El 28 de enero de 1853 nacía José Martí. Nacía el Apóstol de la independencia cubana frente al orden colonial español. Nacía el germen de la Revolución que en 1959 liberaría a Cuba de toda dependencia colonial y, con su legado, también le señalaría a toda “Nuestra América” el rumbo hacia la libertad, a través de la lucha por la educación, del bienestar de la niñez y la juventud, de la necesaria estrategia y de la reflexión y el trabajo inagotables. Hace cincuenta años el Che conmemoraba el 107º aniversario del nacimiento de Martí, reviviéndolo un poco en el discurso del que compartimos algunos pasajes, mientras a diario lo revivía mucho, como todos aquellos que lo reviven cada vez que actúan como él quería que actuaran. Nosotros queremos que a 157 años de su nacimiento, José Martí vuelva a nacer un poco, cuando pensamos y hablamos sobre él, y que siga naciendo aún más en cada actividad, en cada ronda, en cada asamblea, en cada cooperativa, en cada jornada de trabajo voluntario.
Extractos del discurso de Ernesto Che Guevara en conmemoración por el aniversario del Natalicio de José Martí, La Habana, 28 de enero de 1960:
Hoy se cumple un nuevo aniversario del Natalicio de José Martí, y antes de entrar en el tema quiero prevenirles una cosa: he escuchado hace unos momentos: ¡Viva el Che Guevara!, pero a ninguno de ustedes se le ocurrió hoy gritar: ¡Viva Martí!… y eso no está bien… (Aplausos y gritos de: ‘¡Viva Martí!’)
Y no está bien por muchas razones. Porque antes que naciera el Che Guevara y todos los hombres que hoy lucharon, que dirigieron como él dirigió; antes que naciera todo este impulso libertador del pueblo cubano, Martí había nacido, había sufrido y había muerto en aras del ideal que hoy estamos realizando.
Más aún, Martí fue el mentor directo de nuestra Revolución, el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta Patria… porque José Martí es mucho más que cubano: es americano; pertenece a todos los veinte países de nuestro continente y su voz se escucha y se respeta no sólo aquí en Cuba sino en toda América.
Cúmplenos a nosotros el haber tenido el honor de hacer vivas las palabras de José Martí en su Patria, en el lugar donde nació. Pero hay muchas formas de honrar a Martí. Se puede honrarlo cumpliendo religiosamente con las festividades que indican cada año la fecha de su nacimiento, o con el recordatorio del nefasto 19 de mayo de 1895. Se puede honrar a Martí citando sus frases, frases bonitas, frases perfectas, y además, y sobre todo, frases justas. Pero se puede y se debe honrar a Martí en la forma en que él querría que se le hiciera, cuando decía a pleno pulmón: ‘La mejor manera de decir, es hacer’.
Por eso nosotros tratamos de honrarlo haciendo lo que él quiso hacer y lo que las circunstancias políticas y las balas de la colonia se lo impidieron.
Y no todos, ni muchos -y quizás ninguno- pueda ser Martí, pero todos podemos tomar el ejemplo de Martí y tratar de seguir su camino en la medida de nuestros esfuerzos. Tratar de comprenderlo y de revivirlo por nuestra acción y nuestra conducta de hoy, porque aquella Guerra de Independencia, aquella larga guerra de liberación, ha tenido su réplica hoy y ha tenido cantidad de héroes modestos, escondidos, fuera de las páginas de la historia, y que, sin embargo, han cumplido con absoluta cabalidad los preceptos y los mandatos del Apóstol.
Yo recuerdo que había un soldado -que después también fue comandante- que murió hace poco por una equivocación trágica.
Ese comandante se llamaba Cristino Naranjo. Tenía cerca de cuarenta años, y el teniente que lo mandaba era el teniente Joel Iglesias, de quince años. Cristino le hablaba de tú a Joel, y Joel, que lo mandaba, le hablaba de usted, Sin embargo, Cristino Naranjo nunca dejó de obedecer una orden, porque en nuestro Ejército Rebelde, siguiendo las orientaciones de Martí, no nos importaban ni los años, ni el pasado, ni la trayectoria política, ni la religión, ni la ideología anterior de un combatiente. Nos importaban los hechos en ese momento y su devoción a la causa revolucionaria.
Nosotros sabíamos también, por Martí, que no importaba el número de armas en la mano, sino el número de estrellas en la frente.
El Ejército Rebelde se preocupa de la juventud, y de darle a esa juventud que hoy asoma a la vida, lo mejor de sus hombres, lo mejor de sus ejemplos combatientes y de sus ejemplos de trabajo. Porque creemos que así se honra a Martí.
De todas las frases de Martí, hay una que creo que define como ninguna ese espíritu de Apóstol. Es aquella que dice: ‘Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre’.
Eso era, y es, el Ejército Rebelde y la Revolución cubana. Un Ejército y una Revolución que sienten en conjunto y en cada uno de sus miembros, la afrenta que significa el bofetón dado a cualquier mejilla de hombre en cualquier lugar de la tierra.
Es una Revolución hecha para el pueblo y mediante el esfuerzo del pueblo, que nació de abajo, que se nutrió de obreros y de campesinos, que exigió el sacrificio de obreros y de campesinos en todos los campos y en todas las ciudades de la Isla. Pero que ha sabido también recordarlos en el momento del triunfo. ‘CON LOS POBRES DE LA TIERRA QUIERO YO MI SUERTE ECHAR’, decía Martí,… y así mismo, interpretando sus palabras, lo hicimos nosotros. Hemos venido puestos por el pueblo y dispuestos a seguir aquí hasta que el pueblo lo quiera, a destruir todas las injusticias y a implantar un nuevo orden social.
No le tenemos miedo a palabras, ni a acusaciones, como no tuvo miedo Martí. Aquella vez que en un 1º de Mayo, creo que de 1872, en que varios héroes de la clase obrera norteamericana rendían su vida por defenderla y por defender los derechos del pueblo, Martí señalaba con valentía y emoción esa fecha, y marcaba el rostro de quien había vulnerado los derechos humanos, llevando al patíbulo a los defensores de la clase obrera. Y ese 1º de Mayo que Martí apuntó en aquella época, es el mismo que la clase obrera del mundo entero, salvo los Estados Unidos, que tienen miedo de recordar esa fecha, recuerdan todos los años en todos los pueblos, y en todas las capitales del mundo, y Martí fue el primero en señalarlo, como siempre era el primero en señalar las injusticias. Como se levantó junto con los primeros patriotas y como sufrió la cárcel a los quince años; y como toda su vida no fue nada más que una vida destinada al sacrificio, pensando en el sacrificio y sabiendo que el sacrificio de él era necesario para la realidad futura, para esta realidad revolucionaria.
Martí nos enseñó esto a nosotros también. Nos enseñó que un revolucionario y un gobernante no pueden tener ni goces ni vida privada, que debe destinarlo todo a su pueblo, al pueblo que lo eligió, y lo manda a una posición de responsabilidad y de combate.
Y también cuando nos dedicamos todas las horas posibles del día y de la noche a trabajar por nuestro pueblo, pensamos en Martí y sentimos que estamos haciendo vivo el recuerdo del Apóstol.
Si de esta conversación entre ustedes y nosotros quedara algo, si no se esfumara, como se van las palabras, me gustaría que todos ustedes en el día de hoy… pensaran en Martí. Pensaran como en un ser vivo, no como un dios ni como una cosa muerta; como algo que está presente en cada manifestación de la vida cubana, como está presente en cada manifestación de la vida cubana la voz, el aire, los gestos de nuestro gran y nunca bien llorado compañero Camilo Cienfuegos. Porque a los héroes, compañeros, a los héroes del pueblo, no se les puede separar del pueblo, no se les puede convertir en estatuas, en algo que está fuera de la vida de ese pueblo para el cual la dieron, El héroe popular debe ser una cosa viva y presente en cada momento de la historia de un pueblo.
Así como ustedes recuerdan a nuestro Camilo, así deben recordar a Martí, al Martí que habla y que piensa hoy, con el lenguaje de hoy, porque eso tienen de grande los grandes pensadores y revolucionarios: su lenguaje no envejece. Las palabras de Martí de hoy no son de museo, están incorporadas a nuestra lucha y son nuestro emblema, son nuestra bandera de combate.
Esa es mi recomendación final, que se acerquen a Martí sin pena, sin pensar que se acercan a un dios, sino a un hombre más grande que los demás hombres, más sabio y más sacrificado que los demás hombres, y pensar que lo reviven un poco cada vez que piensan en él y lo reviven mucho cada vez que actúan como él quería que actuaran.
Recuerden ustedes que de todos los amores de Martí, su amor más grande estaba en la niñez y en la juventud, que a ellas dedicó sus páginas más tiernas y más sentidas y muchos años de su vida combatiendo.
Para acabar, les pido que me despidan como empezaron, pero al revés: con un Viva Martí, ¡que está vivo!
(Todo el público en pie grita: ‘¡Viva Martí!’).