31 diciembre, 2016
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Un potrero inalámbrico

asomarse al fin de año por encima del nivel del barro y que nos puedan pisar, parece arriesgado, sobre todo porque les conviene, pero no pudieron pisarnos el año pasado y no podrán pisarnos el año que viene. pues a veces, cuando nadie ve nada, lo mejor resulta volverse invisibles, para que no puedan encontrarnos los contratados para borrarnos. y otras veces, solo nos queda volvernos chiquititos, pero biennn chiquititos, sin altas, ni bajas, para no darles blancos identificables, casi siempre «negros indocumentados». sin mayúsculas y sin minúsculas entonces, empezamos a escribir un párrafo «chiquito», que sería un laberinto infinito de curvas, entre baches espaciadores y lluvias de tildes, si alguno se atreviera a observarlo desde adentro. no por nada, nos repartimos en esa foto con extrema delicadeza: un pixel por cabeza. ¿para qué aparentar? si uno no puede volar, que puede suceder, al menos debe esforzarse por evitar los desniveles del poder, esos que sumergen a las favelas en las profundidades de la montaña, mientras altas oficinas del llano se van ramificando hasta rascar el cielo que ya conocieron, sin necesidad de morir. a nosotros, siempre nos toca gritar desde abajo, para que no sigan mirándonos desde arriba, porque nadie puede tener un ojo tan alto sin haber despegado los pies del piso y, si los despegó, no importa dónde tenga el ojo, porque no podrá saber dónde está el piso. por eso, acá, no necesitamos que venga papá noel a traernos un teléfono con jueguitos de fútbol, necesitamos que venga el intendente a devolvernos nuestro potrero inalámbrico, el terreno que parió nuestra asamblea tucumana, la tierra que regamos con sudor y sin lágrimas. ahí, nos comunicamos, nos entrelazamos, nos reagrupamos y nos agrandamos. ahí, nadie se achica, nadie. y entonces no vamos a permitir que justo te achiques vos, estado, justito vos, que tenés ojos en el espacio. vos, que hacés tratos con dios. vos, grandote, ¿tanta soja vas a comer? esa «canchita», así, chiquitita como la ven, como la nombran, para todos los changuitos de yerba buena representa nuestro mundo, nuestro universo, nuestro planeta, nuestra cabina para charlar con los sueños de zavaleta. ahí, nos volvemos militantes, nos volvemos importantes, nos volvemos gigantes, cuando ningún altanerito nos enfoca.

 

que nos miren como quieran:
EL SAPITO,
no se toca.

 

Y ustedes se preguntarán cómo fue posible hacer esa foto, si no tenemos drones, si no tenemos helicópteros y si no tenemos un mango, ¿cierto? Bueno, en realidad, tenemos unos amigos gigantes, tan gigantes como el medio que inventaron, para que nadie nos borre del mapa: gracias mil, a toda la banda de APA! (Agencia de Prensa Alternativa).

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