15 octubre, 2007
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Hay que mirar bien, al cruzar la calle

fa1Se acercó una tarde con los pies descalzos, con un viejo equipo de gimnasia que envolvía ajustadas sus piernas flacas, bajo la campera manchada de Poxirrán, y la voz manchada de pasta base. Quizá el bullicio del apoyo escolar, o tal vez el olor a lápiz, lo arrimaron a una mesa del comedor comunitario donde otros dibujaban, hasta que él se decidió a dibujar. El trazo seguro marcaba las líneas que montones de ojos reunidos a su alrededor seguían sin parpadear, ante su mirada firme, que parecía no advertir nada más que su papel y su obra impecable. “Pero qué lindo dibujás”, le dijo alguien, que intentaba acercarse en tono idiotizante: “¿Dónde aprendiste a dibujar, en tu casa?”. La respuesta fue una patada, de puntín, en el riñón: “No, en un instituto de menores”. La contra respuesta, intentó ser un aliciente de la confesa estupidez: “Ah, claro, porque ahí tenías tiempo libre…”. Fastidiado, devolvió un sopapo de realidad: “No, tenía tiempo de encierro”. Terminó y se fue.
Otra vez estaba ahí, el día después. Sentado en el banco de cemento del patio del comedor, con las piernas flexionadas contra el pecho, le temblaban las rodillas y los ojos no podían sostener más la catarata de angustia, que no entraba en ese cuerpo de 12 años. No quería hablar. Y no quería hablar. “¿Mañana nos vemos?”, le preguntamos. “Mañana nos vemos…”, pareció concluir. A nuestra media vuelta, necesitó completar: “Si no me matan… Si no me matan, mañana nos vemos”.
Nadie podría haberse ido. Ya estaba llorando, y la necesidad de repreguntar se mezclaba con la bronca de no saber qué hacer, con la indiferencia de los que, ya acostumbrados a tanta miseria, ni siquiera se detenían en él. “Dice que me robé un cajón de soda, y si me ve, me va a matar. Ya lo agarró a mi amigo, y lo cortó todo”. Fuimos a comer pizza a una esquina de Barracas. Pidió dos porciones. Y nos invitó una.
“Hace varios años que estoy en la calle, porque me escapé de un instituto de menores”, aclaró, antes de hablar de una mamá que ya no está, un papá preso y una familia lejana. “Jalar”, como variable del hambre, o “el paco”, como caño de escape, o “la ranchada”, como asilo de abandonados, empezaban a llenar el vocabulario y el tiempo de La Poderosa. Con un poco de queso en la panza, y un buzo sin poxirrán, prometió dormir adentro, en el comedor. Mañana, sería otro día, para él y para nosotros.

Ya no era tan fácil dormir, para nosotros, para él sí. Cansado de tanto caminar alrededor de un mundo con las puertas cerradas, sus párpados caían en cualquier momento y en cualquier lugar, como una persiana del paisaje de mierda. Nuestros ojos, más abiertos que nunca, de tanto caminar por adentro de un mundo con las puertas cerradas, no se querían cerrar. Ya inmersa La Poderosa en la lucha del enano, antes de irnos le habíamos dejado una colchoneta, una campera y algunos consejos imbéciles. Todavía no entendemos cómo fue que lo dejamos ahí. Pero al día siguiente, volvimos a Zavaleta, y por suerte, no por otra cosa, por suerte, estaba ahí. Dormía acurrucado, de perfil al suelo húmedo del comedor, con su viejo equipo de gimnasia, rasgado de otras noches, mojado de vivir. Lo despertamos, giró y, en cuanto lo vimos, nos sentimos un sorete. Tenía el ojo hinchado, morado, en compota. “¡Te pegaron!”, “¡Te pegó!”, “¡El hijo de puta ese, te pegó!”. Creímos que pasaba algo terrible, y algo terrible pasaba. La mano brutal o impune de cualquier bestia en cautiverio, parecíamos descubrir, era apenas uno de los millones de riesgos que corría su ojo, y su vida. “No, nadie me pegó. Me picó algún bicho, seguro”.
fa2La desesperación por socorrerlo nos llevó a dejar de lado cualquier tipo de responsabilidades, en pos de solucionar esa inflamación, de su ojo, de nuestra conciencia más bien. Nuestra ceguera y nuestro egocentrismo nos hacían creer, por entonces, que quien había soportado cinco años de vida en la calle, bajo todos los flagelos inimaginables, ahora necesitaba imperiosamente de nuestra mano solidaria. Sí, la necesitaba, como antes, como hoy, como mañana. Pero éramos nosotros, sobre todo, quienes necesitábamos imperiosamente resolver esa situación insoportable, esa responsabilidad culposa directa sobre algo que, sabíamos, pasaba en nuestro país, en nuestras calles, en nuestros barrios, pero mucho más lejos de lo que algún ser humano lo puede tolerar. Quizá por eso, un común amigo nos había dicho que “el conocimiento nos hace responsables”.
Llegamos a la salita médica. Nada grave. Sólo una picazón. Perfecto. Con una inyección se soluciona… Cuando la enfermera pronunció la ‘ye’, nuestro pequeño amigo explotó en llanto, y en gritos, y en patadas, y en insultos, y en desesperación.
Ya no parecía fácil ayudar a un ‘niño en situación de calle’ y sentirse bueno, o sentirse útil. “¿Qué te pasa nene?”, preguntó la señora de delantal. “Si sos valiente, no le tenés que temer a las agujas”, dijo, como si nuestro pequeño amigo acabara de llegar de su casa, o de mirar dibujitos tomando la leche, con pan y manteca. “No voy a darme ninguna inyección, y ustedes salgan de acá, déjenme ir, me quiero ir”. El gesto de los presentes se mostraba decepcionado por la actitud del jovencito, que apenas aceptó un antibiótico por vía oral. Minutos después, sus palabras nos invitaban a conocer el mundo que existía mientras muchos de nosotros comíamos pan y manteca, tomando la leche y mirando dibujitos. “Odio las agujas, las odio, porque ya me pasó mil veces que me jeringuearan, en un montón de los institutos de menores en los que estuve. Ahí no te dejan jugar, ni hacer nada. Entonces te quieren endrogar. Y si te resistís, te clavan una jeringa para doparte. Y si te resistís mucho, te la clavan en el cuello, en la cara, en cualquier lado”. Una más. “Jeringuear”, como un modo de criar violencia, también entró a nuestro vocabulario, por aquellos días.

Desde entonces, La Poderosa transitó un camino de lucha y conocimiento en la reivindicación de los derechos humanos de los humanos más chicos. Nuestro nuevo amigo, o guía, de esa batalla, aceptó ir entonces a un ‘Parador de día’, de Constitución. “No quiero ir a un lugar en el que me encierren de nuevo. Quiero ir ahí, porque sé que me dejan jugar al metegol”. Así llegó La Poderosa, por primera vez, a un ‘Parador de día’. Promesa mutua de no romper el lazo afectivo y honesto que nos unía, probamos la única salida que nos ofrecía el Gobierno de la Ciudad para que nuestro amigo cumpliera su sueño: “No quiero callejear más, quiero rescatarme”.
Tras visitar algún otro parador, que nos había recomendado el servicio de Niñez, con el grado de compromiso que lo caracteriza, caímos finalmente ahí, donde el enano quería ir. “Nooo… Mirá quién estáaaa. Con ellas nos escapamos una vez de un instituto en el que nos pegaban y nos jeringueaban. Yo me robé un matafuegos y rompí una ventana para que todos saltáramos por ahí”.
 fa3Ya lo conocían varios pibes que, como este pibe, no habían tenido los tiempos de un pibe. El ‘Parador de Día’ los volvía a encontrar, con algunas normas que cumplir. ‘No se puede entrar jalado’, se advierte, para motivar a los chicos a no inhalar poxirrán, pero los fines de semana y todos los días de 17 a 20, está cerrado. ¿Y en ese tiempo qué? Y en ese tiempo, creamos en Dios. Tal alternativa para combatir el grado de abandono absoluto, es la propuesta oficial, la única propuesta oficial.
Qué hacen esos pibes desde las 17 hasta las 20 y los fines de semana es un problema del que deberán hacerse cargo, quiénes si no, los pibes de 8 años, de 5, de 12, o de 7. Que se hagan cargo, que para eso sí son grandes y tienen derechos.
No es cuento. Para desprenderse rápida y económicamente del compromiso básico de encontrarle un techo, comida y un sentido a la vida de los pibes que van naciendo en cunas infortunadas, el gobierno subsidia a diferentes ONG que resultan nuevas encargadas de lidiar con tal calvario. A su tiempo y a su forma entonces, cada ONG se hace cargo de sostener en los horarios que pueda, a los pibes que le correspondan según el subsidio que reciba. ¿Y si no existe en todo Constitución ninguna alternativa para que un pibe en situación de calle no duerma bajo un puente o bajo la lluvia? El Estado responderá que para eso están los Paradores de día. ¿Y si no existe en todo Constitución ni un solo Parador de día que abra sus puertas los fines de semana, o las tardes de lluvia, a los pibes que no han podido dejar de jalar? Los Paradores de día responderán que para eso está el Estado.

Mientras se pasan la pelota, no hay red para los pibes, más que algún vecino de corazón invalorable. El enano, con la panza un poco más llena y los ojos un poco más contentos, en este enseñar y aprender con sus amigos de La Poderosa, pasó por varios ‘Paradores de día’, durante dos años. Y sólo por la contención y el trabajo perseverante de personas compenetradas con su carisma inexplicable logró el traslado a un ‘Parador transitorio’, un paso que se hace difícil de imaginar para cualquier chico que no esté respaldado por ningún tutor.
Finalmente, nuestro amigo podía quedarse en un mismo cuarto todos los días de la semana y los fines de semana también. Eso sí, sólo por seis meses, que es el máximo tiempo estipulado para cualquier pibe, en cualquier situación, dentro de un ‘Parador transitorio’. Luego, suponiendo que ha dejado de jalar, que se ha olvidado de las manías de la calle y que en esos 6 meses no ha tejido ningún vínculo que de repente le duela romper, sólo así, sólo si todo eso se da exáctamente así, pasará a un hogar definitivo, en el que deberá volver a conocer las reglas, volver a conocer a la gente y volver a olvidarse de su pasado.
¿Y si los pibes necesitan permanecer un tiempo más en el Parador Transitorio, para poder dejar la calle? Mala suerte. fa43El enano estuvo entonces también en varios ‘Paradores transitorios’, pero cada vez que vio acercarse la fecha límite, la fecha de ruptura con su nueva falsa familia, decidió volver a callejear un tiempo, para luego poder volver a un Parador Transitorio. Así, entre Parador y calle, nuestro amigo necesitó dinero más de una vez, para morfar, para vivir. Hizo malabares y aprendió las mil maneras de pedir monedas, pero también volvió a jalar, para no tener hambre, para no tener dolor, para no tener tristeza. A esa altura, ya no nos gustaba la idea de enrejar las miserias de nuestra sociedad, ni escuchar a tanto periodista y politiquero hablando de mano dura o delincuencia juvenil, cuando de reojo se referían a uno de nuestros pocos amigos capaces de dormir con frío para que otro se tape.
En esa lucha, volvió también, a caer preso. Y fue a parar, otra vez, más de una vez, a un instituto. ¿Y entonces qué? Y entonces se escapó, porque le convenía a él y les convenía a quienes lo dejaron escapar. ¿Y si no se escapa? La última vez, no se escapó. El maldito no se escapó y los metió en un flor de problema a quienes cobran un sueldo por pensar en su futuro. Fue ahí que conocimos la gran solución que el Estado ofrece para los porteños bajitos que almuerzan pegamento: “Colonia Gutiérrez”. ¿Qué es eso? Un pozo, o un trampolín, a donde el Estado deshecha a los pibes.
“Si están mal con las drogas, van a una ‘Comunidad Terapéutica’ y, si no, van a la Colonia Gutiérrez”. Allí, los menores arriban en camionetas de seguridad y, para conocer el seguimiento del proceso de recuperación y contención, no hace falta más que hablar con los choferes que los transportan: “Nosotros dejamos a los pibes en Colonia Gutiérrez y, al rato, nos volvemos. En el camino de vuelta, vemos a los mismos pibes que acabamos de dejar caminando al costado de las calles para volver a sus ranchadas”.

Pero claro, no todo es color negro. Para este modelo de mundo competitivo, el asistencialismo también es competencia, en el concurso de disfraces, y entonces podrán morir más personas en cada inundación, pero nunca faltará Un sol para los chicos. fa5Entre tanta falta de soluciones, más de una vez apareció la mano ‘benéfica’ que vende falsas promesas o entusiasma a un pibe con una realidad que no será, pero que servirá para lavar alguna culpa personal. Porque también eso, también por la manipulación ególatra del falso altruismo pasó el enano, cuando más de uno le ofreció casa y familia, para después arrepentirse, como si se tratara de la compra de un inmueble. ‘Paradores de día’, ‘Paradores Transitorios’, ‘Institutos de Menores’ y ‘Promesas fantasmas’ conforman el ciclo educativo de miles y miles de Infancias en Buenos Aires, la misma Buenos Aires que exige seguridad reclamando policías. Qué fácil se cierra el círculo, cuando la misma mano que condenó a la apatía y la desesperanza, condena a prisión. El enano, durante dos años, desde aquella tarde, nos ayudó a ver, nos obligó a aprender y nos enseñó a compartir. Pocas personas nos hemos cruzado en el corto camino de esta moto con tanta capacidad de dar, con tanta grandeza para pensar, con tanta confianza para soñar. El enano nos llenó la panza de esperanza cuando juntos viajamos al mar, y nos vació la boca de palabras cuando donó su ropa antes de regresar a su hogar. El enano nos infló el pecho de orgullo cuando compró chizitos para repartir entre los pibes de un Parador, y nos desinfló el alma de angustia cuando se puso a llorar por cada combate ganado que su mamá no pudo ver. El enano nos dividió en discusiones cuando la impotencia del Estado estéril nos sometía a reuniones infinitas para una salida urgente, y nos unió en abrazos cuando dejó atrás la pasta base y el poxirrán. El enano se fue con su familia, para volver a empezar a soñar, pero se quedó con nosotros para que su ejemplo nunca nos permita aceptar lo que esta puta realidad pretende naturalizar.

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7 comentarios sobre «Hay que mirar bien, al cruzar la calle»

  1. mis felicitaciones a quines se dedican a hacer y no a decir, contactenme los de tucuman, resido aqui y quisiera sumarme, saludos

  2. sigaan para delante jovenes llenos de querer cambiar el mundo!!! lo estan logrando! ya lo lograron no bajeen esos brasos el que empieza nunca termina. sigan con la misma luz y energia los chicos estan bien ustedes los ayudan le dan su mano que bueno..que lindo!

  3. …dolio mucho que en la simpleza de estas palabras, que demuestran la cruda realidad… no vea reflejada solo a la sociedad, sino a mi misma. En esa «manipulación ególatra del falso altruismo»; dificil de asimilar, de reconocer introspectivamente aún más, que inútil es escribir esto… cuán mas inútiles son esas ideas que no desembocan en ningún lado… màs que falsas esperanzas a que algo cambie…
    El cambio debe empezar por nadie más que uno mismo!

  4. La vida es ahora dolor y sufrimiento en una sociedad a cada paso mas materealista, en la cual domina, el deseo, el placer, la belleza, el dinero, el tener, el lujo, el poder. Todo lo que nos vacia, haciendonos mas insensibles y ajenos a el dolor y la violencia, las guerras y el sufrimiento. Pocos son los que se dan cuenta de que cada dia nos aproximamos mas a la autodestuccion.

  5. Gente no creo que una mera felicitación por lo que hacen los conforme por que caería en la misma e hipócrita costumbre de mucha gente que se llena la boca de palabras y en lo práctico hacen agua… lo que hacen ustedes de construir desde la acción, desde la base, sin teorizar ni hablar de revoluciones en un escritorio es más que valorable y genera admiración y contagio a seguirlos para desterrar los improperios que arremeten y desgarran la cruda realidad de muchos chicos
    Un abrazo y mucha suerte

  6. Hoy, y con ustedes como protagonistas existe la capacidad de imaginar un mundo distinto, tratando de transformar un lugar en el cual prevaleció por mucho tiempo el sufrimiento, la injusticia, la desigualdad y la indiferencia.
    Hoy, también, conocí a alguien por casualidad, ó tal vez causalidad, que simplemente me dio la página de “La Poderosa” para poder ver de que se trataba esta movida, y gracias a ella i día fue distinto, porque con tan sólo leer las líneas escritas por alguien pude percibir lo que es la fuerza, la lucha y la verdad.
    Mis admiraciones a ustedes!
    Abrazos Alejo

  7. No se quien escribio esta nota, pero el que lo lee, tendra la necesidad de hacer algo para que esta realidad cambie. Sería bueno hacerlo circular en los medios, por ahi se enganchan, colaboran y aportan ideas para que esto se modifique.

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