Es lunes. Y Ale está a la espera de entrenarse, para jugar con sus amigos, ya desocupado de la escuela. Deja sus cosas en casa y corre hasta el campito, en la esquina. Ahí lo esperan Carlitos, Ariel, Miguel, Cocó, Tuby… Todos listos, para acordar las reglas del partido y comenzar a divertirse, previo a un debate que quedará en la historia de Yerba Buena.
La pelota en movimiento baja las ansias de compartir las ideas que harán a la identidad, pero una vez terminado el partido, el cansancio incrementó su mala racha y volvió a perder por goleada con las ganas de quedarse un rato más, para seguir compartiendo el fútbol popular, ya sin pelota. Hubo ronda, amigos, risas, sueños. Y una propuesta.
– ¿No les parece que es hora de ponerle nombre y colores a nuestro equipo?, dijo Miguel.
– Sí, ¿pero cuáles?, indagó Ariel.
– ¡Club Diagonal Norte!, gritó Tuby, exaltado y eufórico.
– No me parece, porque yo no vivo en Diagonal Norte y también soy del equipo, señaló Ale.
– Tenés razón – aportó Cocó, y lanzó su contrapropuesta-: “Club Campo Norte”, porque es el lugar donde jugamos.
– Mmm, no sé. ¿Y con qué colores? -se preguntaba Carlitos-. ¡Ya sé! Negro y blanco… Bah, no sé, digo.
La propuesta gustó, “pero esos ya son los colores de Zavaleta”, señalaron algunos, recordando a sus compañeros del Fútbol Popular de Buenos Aires. Y así quedó abierto el debate, que finalmente le dará nombre y color a la identidad del barrio, del grupo, del equipo que tira para el mismo lado.
– Y si en lugar de blanco y negro elegimos…
– Mmm… ¿vos decís?…
– ¡Ya está! Lo tengo. Los colores tienen que ser…
CONTINUARÁ…