24 marzo, 2009
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La marcha sigue en moto

 

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Uno se levanta distinto cada 24 de marzo. Se levanta con zapatos de hormigón que pesan toneladas. Se levanta con los ojos más abiertos. Se levanta con el alma dolorida. Se levanta con 30 mil agujeros en el pecho y 30 mil flores en la cabeza. Se levanta empapado de sangre. Se levanta con la vida por delante como un pibe, de Malvinas. Se levanta con hambre de justicia. Se levanta con vómitos por los whiskys de Galtieri. Se levanta inflado de bronca. Se levanta con las pelotas de la literatura de Roberto Santoro. Se levanta aventado a soñar. Se levanta con el empuje de los rugbiers de La Plata. Se levanta por la noche. Se levanta por los lápices. Se levanta por los gritos de la ESMA. Se levanta por los vuelos de la muerte. Se levanta con el ejemplo del Padre Mugica. Se levanta con los dientes apretados. Se levanta con la ausencia de Jorge Julio López. Se levanta con la memoria en carne viva. Se levanta con los puños cerrados. Se levanta.

 

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Semejante multitud marchando un 24 de marzo basta para comprobar que el terrorismo de Estado y los crímenes de lesa humanidad han socavado la participación política, pero no han podido arrancar su raíz, que aguarda aún la masificación de un riego diario de coherencia y compromiso. Un vecino de Zavaleta marcha un 2 de enero en Buenos Aires, rumbo al comedor comunitario para lavar las vasijas del almuerzo. También un vecino del Bajo Yapeyú marcha un 4 de septiembre en Córdoba, cargando palas y picos, para hacer de un yuyerío un potrero, en una jornada inolvidable de trabajo voluntario. Un vecino más de Yerba Buena marcha un 18 de agosto en Tucumán, respirando sueños todavía por la sombra de las paredes que ayer han levantado, para que el hambre y la miseria no integraran el paisaje ficticio que importa un ventanal desde el riñón de un barrio privado. Y otro vecino comienza a marchar un 14 de marzo por Rosario, desde el bar de Fontanarrosa hasta la casa donde vivió el Che, regodeándose una y otra vez en la comprobación irrebatible de que no han podido apagar la lucha con fuego y terror. A fuerza de torturas y genocidios, apenas han logrado magnificar al máximo la figura del símbolo universal del Hombre Nuevo, del horizonte primaveral de una América Latina con sol para todos.

 

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Y marcha Kiki, un 21 de diciembre, con sus 8 años, sus pelos parados y su pelota de Fútbol Popular, como licencia para conducir hasta la identidad, la belleza y los valores. Y un 5 de junio, marcha una señorita para ofrecer apoyo escolar porque cree que sólo cultos seremos libres. Y además marcha un muchacho que enseña guitarra, un 4 de noviembre, porque dice que los balazos no han podido callar a Víctor Jara. Y marcha, un 28 de abril, un pibe que duerme en la calle Constitución, para darle forma a un torbellino de realidad que nos obligue a discutir una seguridad para todos. Y marcha un hombre que sabe leer y escribir de la mano de un desconocido que no sabe leer y escribir, un 12 de mayo, porque entienden que colectivamente se lee mejor el presente y se escribe más lindo el futuro. Y un 3 de julio, marcha un anciano a mirar el mar, que no podía ver colores porque tenía cataratas y ahora puede ver que la Operación Milagro es una decisión solidaria, política y posible. Y marcha un militante organizando el ensamble de todos los socios de un movimiento colectivo, un 9 de enero, para financiar genuinamente la educación popular, porque ninguna reforma agraria ha sido posible pintando en el césped publicidades latifundistas. Y un 31 de diciembre, marcha una viejita renacida que también marchaba el 4 de febrero, porque se transformó para transformar y porque no ve perdida una lucha que continúa. Y marchan un barrio, un pueblo, y otro, y otro más, todos los días, enlazados en la diversidad cultural de la moto más grande del mundo.

 

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Y marcha también una propuesta popular que todos los amaneceres pregona el fortalecimiento comunitario desde la base, bajo el anonimato absoluto de las individualidades y entidades que la conforman, garantizando así la construcción colectiva de una fuerza social invulnerable a los permanentes embates de los mesías iluminados por lámparas de bajo consumo, las imágenes fantasmas de las pantallas impunes, los ideólogos de slogans descafeinados, los punteros de torneos arreglados, los estériles analistas financieros de crisis morales, los economistas egresados del Ente Autártico Mundial 78, los recolectores de residuos electorales, las manos duras que se tapan los ojos.

 Licencia de conducir.

 

Subirse a La Poderosa representa la acción simbólica de montarse a una moto legendaria que hizo soñar al Che y la decisión empírica de integrarse a un colectivo que nació hace cinco años, con asientos incómodos que obligan a ponerse de pie, sobre una carcasa de todos los colores, que rebalsa de combustible y encuentra su rumbo en la sinergia de sus pasajeros. Así, se suman y se suman, día a día, año a año, las manos y las cabezas rebeldes, metiendo ideas en la máquina expendedora de poder popular.

 

Licencia de conducir.

 

Cada 24 de marzo, nos levantamos, marchamos y trabajamos colectivamente con el fin de convocar a nuevos compañeros para la marcha interminable que nos requiere a diario, en cada rincón de Latinoamérica. Hace un año, decidimos compartir cuentos de Galeano, que ofrecían mares de fueguitos para brillar y hacer brillar. Y esta vez, sin sábanas listas manchadas por la inevitable incontinencia intestinal de una noche tan larga, elegimos ofrecer algún despertador. Más que volantes, sentimos la necesidad de repartir licencias de conducir, de conducirnos. Porque está lleno de locos al volante en distintas marchas, pero una licencia acredita la condición de poder. Y si imprimimos muchos registros, pensamos, diez, veinte, cuarenta, 10 mil, quizá lograran acreditar la condición de poder popular. Tal vez entonces, alguna de esas licencias haya llegado hasta tus manos este 24 de marzo, donde el motor de la memoria y el camino de la utopía nos habrán encontrado al menos por un día. Si estás en marcha sobre otro colectivo y por la misma ruta, acá traemos nafta. Y si no, subite a La Poderosa hoy, para soñar todo el año junto a los 30.001 compañeros que organizaron la marcha y que no desaparecerán mientras sigamos luchando por un mundo mejor.

 

1 Comentario;

  1. Estuve en la Carrera de Miguel 2009, como cada año. Recibí la medalla al terminar la carrera y por falta de anteojos recién la leí en casa. Muy emocionante todo lo que allí dice y los felicito por la iniciativa. A través de Clarín – vaya sorpresa – accedí al sitio web, el cual también me sorprendió por lo interesante de las temáticas abordadas. Los felicito nuevamente. Un compañero del campo nac & pop.

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