El sábado cordobés helaba. Era una de esas tardes de pantalones largos, campera, bufanda, guantes y gorrito, que empujan a buscar el calor de un techo y espiar de soslayo la quietud de ese mundo desabrigado. Quizá sean así los sábados en muchos lugares. Fríos. Relajados. Descansados del trajín semanal. Sin embargo, en Bajo Yapeyú, semana a semana, el hielo se transforma en fuego, la quietud en acción y las dudas en convencimiento. Es así como el Fútbol Popular toma cada día más fuerzas. Se revitaliza alimentándose de una multitud de espíritus incansables que renuevan el compromiso sábado tras sábado. Siempre quieren más y más.
Desde el nacimiento del Campito de Todos estuvo planteado el objetivo común de armar una canchita de fútbol, para consolidar el sueño de crear un espacio de encuentro y fortaleza barrial. Colectivamente había que acordar la elección del lugar que reuniera las mejores condiciones y consultarlo con los demás vecinos. No hubo problema. Algunos parecían más entusiasmados que los propios chicos que habían hecho la propuesta. Manos a la obra. La superficie era plana, pero el descampado, atosigado de malezas, y el terreno, con piedras y montañitas de tierra que pululaban por toda su extensión, demandaron un gran esfuerzo. Toda esa naturaleza debía ser trabajada y para ello se contó con muchos brazos, energía, herramientas y agua bien calentita para el mate. Fue una sucesión de más de dos horas y media de picotazos, palazos y acarreadas.
Multiplicando voluntades se creó un terreno amplio y limpio, para una canchita de unos 5 o 6 jugadores por lado, y se dejaron cavados los pozos, para colocar los postes, y marcadas las líneas. Ahora, para terminar con la suma de tareas, resta poner los arcos y pintar los límites con cal. ¿Resultado? Una gran cantidad de individualidades unidas para la acción en equipo y un barrio protagonista de su propio cambio. En poquitos días, se hará realidad la utopía que había sido sembrada apenas unos meses atrás.