«Nunca un paso atrás, nunca un momento de debilidad, y cada vez que las circunstancias presentes nos hagan pensar en que podría ser mejor la situación si no estuviéramos luchando contra el imperio, que cada uno de nosotros piense en el pasado, que cada uno de nosotros piense en la larga cadena de torturas y de muerte que arrastró el pueblo cubano para poder realizar su independencia; que todos piensen en los despidos, en los desalojos campesinos, en el asesinato de los obreros, en las huelgas destruidas por la Policía, en todas aquellas manifestaciones de la opresión de una clase que ha desaparecido totalmente de Cuba. Que lo recordemos todos en cada momento, y que al recordarlo hagamos más fuerte nuestra decisión de vencer y de ir hacia adelante.
Y que entendamos bien cómo se vence; porque se vence, sí, preparando las condiciones del pueblo, aumentando la conciencia revolucionaria, estableciendo la unidad, poniendo los fusiles por delante de cualquier intento de agresión. Así se vence.
Pero, además, en una guerra larga, torva y a muerte, como ésta, se vence poniendo todos los días el hombro en el trabajo, mejorando la forma de trabajo, produciendo más, supliendo la carencia a la que nos obliga el enemigo, con nuevos intentos del pueblo.
De esa forma es como se logra la verdadera victoria, la definitiva, y que no está a la vuelta de la esquina, que no es la de mañana ni la de pasado, sino una victoria de años, y larga lucha, que tendrá que afrontar el pueblo.
Eso es lo que hay que precisar exactamente; eso es lo que tiene que entrar en la conciencia de todo el mundo: fortalecer definitivamente la conciencia y el espíritu de los fuertes y debilitar totalmente las rodillas flojas de los débiles, para que abandonen ahora la pelea, porque cada vez será más dura. Será dura en todo sentido. No han acabado las invasiones, ni han acabado las incursiones de aviones piratas sobre nuestro territorio, ni ha acabado el bloqueo, sino que, al contrario, empieza ahora; las privaciones del pueblo tendrán que venir de aquí en adelante, y la forma mejor de prevenirlas es el trabajo de cada uno de nosotros.
Pero, hay que recordarlo una y otra vez, e insistir sobre ello: nunca la victoria del pueblo cubano puede venir solamente por la ayuda externa, por amplia y generosa que sea, por grande y fuerte que sea la solidaridad de todos los pueblos del mundo, porque así de amplia y de grande era la solidaridad de todos los pueblos del mundo con Patricio Lumumba y con el pueblo del Congo, pero cuando las condiciones internas fallaron, cuando no pudieron darse cuenta los gobernantes de la forma en que hay que golpear, inmisericordiosamente, al imperialismo; cuando dieron un paso atrás, perdieron la lucha. Y la perdieron por varios años, ¡quién sabe por cuántos! Pero ha sido un gran retroceso de los pueblos.
Eso es lo que nosotros tenemos que saber bien, que la victoria de Cuba no está en los cohetes soviéticos, ni en la solidaridad del mundo socialista, ni en la solidaridad de todo el mundo. La victoria de Cuba está en la unión, en el trabajo y en el espíritu de sacrificio de su pueblo.
Nosotros hemos convertido a esta antigua colonia de los Estados Unidos en un inmenso enjambre donde todo el mundo trata de trabajar y producir más, y lo hemos hecho para mejorar nuestro estándar de vida, para poder cada día llevar algo más a nuestros hijos, pero también porque sentimos cada uno de nosotros que aquí en Cuba se está dando la batalla más importante, de más trascendencia aún que la simple batalla del pueblo cubano contra el imperialismo norteamericano. Aquí se está dando la batalla de los pueblos de América y la batalla de los pueblos oprimidos del mundo por su derecho a vivir, por su derecho a desarrollarse, por su derecho a darse la forma de Gobierno que mejor le plazca a cada pueblo. Cada vez que nosotros logramos un triunfo, ese triunfo repercute en América; cada vez en América saben más que quien ataca a Cuba está atacando también las mismas luchas por la libertad de ese pueblo, y que quien defiende a Cuba está defendiendo a todos los pueblos de América.
Y esa defensa, o ese cariño y esa solidaridad que hemos recogido en toda América, en los pueblos de África y de Asia, y en todo el bloque socialista, es algo que nos obliga a nosotros a ser más responsables, a comprender la trascendencia de nuestra Revolución y a tener más firme, ¡más firme que nunca!, la convicción de que solamente puede acabarse el Gobierno Revolucionario, el Gobierno de los obreros y campesinos, cuando el último obrero y campesino de esta tierra haya sido muerto en la última trinchera que levantemos.
El enemigo lo sabe; el enemigo sabe el espíritu que hay aquí. Sabe que si él viniera directamente a atacarnos miles y miles y millones de hombres, mujeres y niños lo esperarán en cada casa, en cada bocacalle, en cada campo, en cada trinchera improvisada; que sería una hecatombe entrar aquí. Y sabe, además, que hay grandes amigos, con armas poderosas, que nos defienden».
Ernesto Che Guevara, Discurso en el Encuentro Nacional Azucarero,
28 de marzo de 1961, Santa Clara.