Con cada pase y cada gol, el mar se empezaba a asomar, tímido. Mil consensos, antes, durante y después de cada partido, tuvieron la fuerza necesaria como para acercarlo un poquito más. Y por fin, o por fines, o por principio, o por principios, nuestro compromiso de cada entrenamiento, entre compañeros y compañeritos, terminó de poner al inabarcable piletón de agua salada a la vuelta de la esquina. En cuanto se dejó ver, corrimos a abrazarlo. No era para menos: los Mini e Infantiles del Fútbol Popular de Zavaleta, que tanto nos mojamos transpirando la camiseta, nos mojamos también zambulliéndonos en los frutos de otro año de empuje. Asomate, como el mar de Villa Gesell, pero sin tanta timidez.
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