5 abril, 2010
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La Gente de mierda

La Gente de mierda.Mucho se ha dicho y mucho se ha escrito, por estos días, de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. Mucho se ha pontificado y poco se ha reflexionado, desde las gargantas prostituidas y las páginas achicharradas que el olvido pretende secar y planchar, como si no fueran a estar eternamente empapadas por la sangre de tantos pibes y los whiskys de tantos Galtieris. Desde La Poderosa, tal como elegimos el 24 de marzo recordar a nuestros 30 mil compañeros desaparecidos exigiendo el castigo para los represores de la comunicación, que construyeron el genocidio en sociedad con los militares, en estos días de Malvinas argentinas elegimos aferrarnos al recuerdo de nuestros pibes caídos, para lanzar con el alma un grito de justicia que rompa la puerta de la editorial Atlántida de Constancio Vigil, ésa que a cuatro años de la guerra ya permitía espiar sus relaciones carnales con la dictadura, desde la revista El Gráfico. Allí, doce días antes de la final del mundo, se publicó esta carta inventada, que jamás escribió el capitán del seleccionado holandés, Ruud Krol, para transmitirle tranquilidad a su hija y a todos los lectores que por entonces tenía la revista deportiva más leída de América Latina.

«Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es una mentirita infantil… Esta no es la Copa del mundo, sino la Copa de la paz… Papá está bien. Tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que lo cuidan y que de sus fusiles disparan flores. Diles a tus amiguitos la verdad; Argentina es tierra de amor».

El sorete que redactó el texto, con la punta de una picana remojada en sangre, se dijo periodista alguna vez y se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero. Se llama Enrique Romero.

Borracho, genocida.Así se llamaba, cuando murió, injustamente, injustamente afuera de la cárcel. Quique para los amigos, Romero dijo que la carta fue escrita por él, pero leída y avalada por Krol, “para mostrarles a los lectores la fase íntima de los holandeses, aunque fue aprovechada para darle otro significado al que verdaderamente tenía”. La versión de Krol, que no trabajaba a las órdenes de Jorge Rafael Videla, ni acompañaba al Ente Autárquico Mundial 78 con la fidelidad de El Gráfico, no dice exactamente lo mismo: «No me entra en la cabeza que una persona pueda haber hecho algo así. Fue indigno, artero y cobarde. Jamás escribí eso».

No fue una persona. Fue un sorete, al servicio de una editorial que sigue vendiendo soretes en tu kiosco y que, entre whiskys y picanas, también supo publicar la recuperación de las Islas, seguramente para mostrarles a los lectores la fase íntima de los ingleses. Nuestra soberanía sobre las Malvinas no se discute. Así que, mejor, empecemos a discutir cuándo van a pagar los jefes de prensa de la dictadura todo lo que nos han robado, a nombre de Dios y de la patria. Hay 30 mil compañeros y 649 pibes de Malvinas que, al igual que Krol, quieren denunciar la indignidad y la cobardía. Valgan estas líneas para que la memoria los pueda escuchar.  

La Gente de la dictadura.