El entretiempo del partido Boca-Rosario Central del último domingo fue el momento para que el Relator del pueblo, Marcelo Araujo, tuviera la oportunidad de reivindicar a uno de los más importantes defensores de los derechos civiles de la historia, Martin Luther King, Jr., en un nuevo aniversario de su muerte. El tiempo en la televisión también es tirano, por lo que la conmemoración sólo consistió en la reproducción de algunos breves fragmentos de uno de sus tantos discursos. De esta manera, el histriónico periodista no tuvo la chance de meter bocado durante el tape, aunque muchos pudimos imaginarlo inyectándole al informe su inconfundible toque mediante comentarios del tipo “¡La que te devoraste, Negro!”, haciendo referencia a la bala que, atravesándole la garganta, terminó con la vida del líder afroamericano. No hubiera sido de extrañar.
Araujo se llenó el buche de alabanzas a un gran hombre que luchó por derechos a los que él siempre se opuso, y a los que sigue oponiéndose, por ejemplo, al defender las privatizaciones menemistas de los noventa. Martin Luther King no estaba de acuerdo con que el gobierno de su país enfrentara, en lugar de apoyar, a las revoluciones de liberación latinoamericana de su época; mientras que años más tarde, Araujo y otro detestable periodista como lo es Mauro Viale, escribirían cuán distinta era la situación de nuestro país durante el mundial de 1978 al caos que se esperaban los periodistas del hemisferio norte “merced a la insidiosa propaganda motorizada por las organizaciones subversivas y los ingenuos de siempre”. Y ahora se hace llamar Relator del pueblo… El mismo relator que también se deslumbraba con el “éxito organizativo” del mundial de fútbol ideado por los militares; el mismo pueblo que, tras el enceguecedor espectáculo de coloridas camisetas y papelitos, combatía, moría y desaparecía en manos del terrorismo de un Estado asesino y torturador.
Incongruencia total la del periodista que instaló la discriminación racial, social, física y todas las que se nos ocurran en el relato deportivo, llegando en su desprecio a mandar “a vender ajo y limones” a un futbolista boliviano durante los comentarios de un partido frente la selección argentina. Incoherencia sin vergüenza la de intentar postularse además como abanderado de las consignas de Martin Luther King, quien combatió a través de la desobediencia civil las políticas segregacionistas de unos Estados Unidos que de unidos no tenían nada, y en muchos de los cuales todavía se veía al negro como ser inferior, para profundizar su politización con el correr de los años y luchar mediante los mismos métodos junto a todos los sectores castigados de un sistema perverso: “No deben ser sólo las gentes negras, sino todos los pobres. Debemos incluir a los amerindios, los puertorriqueños, los mexicanos e, incluso, a los pobres blancos”. Si la cobardía de sus asesinos no lo hubiera impedido, su búsqueda de la justicia social seguramente hubiera excedido las fronteras de su país, porque entendía que “la verdadera compasión es más que dar una limosna a un mendigo; permite ver que un edificio que produce mendigos tiene necesidad de una reestructuración. De Vietnam a África del Sur pasando por América latina, los Estados Unidos están en el lado malo de la revolución mundial”.
Marcelo Araujo fue, durante años y sin chistar, una de las caras de Torneos y Competencias, grupo empresarial que negoció con Carlos Menem, replicando las políticas económicas de la sangrienta dictadura de los setenta. ¿Con qué cara presenta ahora un informe halagando las virtudes de un líder que sin dudas y como mínimo lo habría puesto en evidencia sin titubear? Con la más dura de las caras. La que ni siquiera se le ablandó cuando aprovechó su lugar en los medios para promover una y otra vez la candidatura de un Mauricio Macri, que años más tarde crearía la UCEP para limpiar la ciudad de pobres. Tal es la falta de consecuencia de un mercenario y oportunista profesional. Creemos necesaria la reivindicación de una figura como la de King, por sus logros, por su herencia, por su coherencia. Pensamos que la televisión pública es un medio más que válido para hacerlo, sobre todo en un programa de masiva llegada como lo es Fútbol para Todos. Y está muy bien que ese programa se emita por el canal público, que un fenómeno cultural y popular como es el fútbol ya no esté privatizado. Lo que no está nada bien es que pase desapercibido el intento de un cómplice y artífice de lo más despreciable de nuestra historia, de lavar su imagen indeleblemente sucia.
Diciendo lo que muchos no quieren oír, mostrando lo que muchos no quieren ver, enseñando lo que muchos insisten en no aprender, Martin Luther King luchaba por un mundo mejor para todos, o mejor dicho, por un mundo para todos. A la vez que soñaba con el día en que negros y blancos pudieran caminar juntos de la mano, este pastor no perdía tiempo y lo hacía. Pronto se dio cuenta que no sólo había muchas personas que no podían ir a determinados hospitales, determinadas escuelas o viajar en la parte delantera de un colectivo, sino que había muchísimas otras que no podían acceder a ningún hospital, a ninguna escuela ni viajar en ningún colectivo. Con ellos también se tomó de las manos, aunque eso le valiera el encierro y finalmente la muerte. Luther King, ¡¿somos compañeros o estoy crazy?!
Estimado Compañero:
Absolutamente de acuerdo. Soy un tipo que apoya a este gobierno, con todos sus aciertos y errores. Entre los primeros, el fútbol para todos, entre los segundos, «el relator del pueblo».
Respeto enormemente a todos los luchadores por un mundo mejor,revolucionarios o reformistas, marxistas o no, ejemplos para sus pueblos. Y Martin Luther KIng lo fue y lo es.
Vaya entonces mi homenaje a él y a otros como Ernesto «Che Guevara», Eva Perón, Augusto César Sandino, Malcom X, y tantos otros y otras, anónimos, que dieron sus vidas por nuestros derechos.
Afectuoso Abrazo