Hace más de dos años, cuando empezaba a gritar nuestra cooperativa de comunicación, Marquitos Di Palma vino a Zavaleta para esta producción. «Traigan ambulancias que choferes sobran», sugería el título de la entrevista, con la idea de visibilizar un tema que jamás había sido tapa de revista. Por entonces, no habían muerto el Sapito, ni Pascual, ni tantos de los vecinos que perdimos a manos de la desidia estatal. Aun así, el grito villero no le apuntaba, ni le apunta, al médico, ni al enfermero, porque no son responsables de las históricas postergaciones y porque no somos quiénes para interpelar sus decisiones, ni las que nacen del corazón, ni las que nacen de la televisión. A ellos, no los culpamos, pero el gobierno porteño debe velar por la salud de todos los ciudadanos. Pues cuando Alberto Crescenti, como director del SAME, anunció con total impunidad que las ambulancias nos discriminarían a nombre de «la seguridad», como si tal medida no agravara nuestra «inseguridad», no dio un paso al costado de su función, ni recibió la patada en el orto que ameritaba su confesión. Recibió, en cambio, luz verde para el proceso selectivo de sus pacientes, con el respaldo del Jefe de Gobierno y los medios obsecuentes… Frente a semejante amenaza televisada, para no quedarnos en puteadas y denuncias a la nada, le llevamos un escrito hasta la mesa de entrada, el 21 de octubre de 2009, firmado por La Poderosa, los curas villeros y movimientos comprometidos, exigiendo que se capacitaran ambulancieros en los barrios desprotegidos. ¿Y? Nadie consideró que fuera una mala opción. Pero tampoco una buena… Ni siquiera recibimos contestación. Y ayer, a los 59 años, murió Juan Mercado Camargo, vecino de la villa 15, víctima del fascismo y la arrogancia de quienes sistemáticamente nos niegan el derecho a una ambulancia. Nosotros ya recuperamos nuestra voz. De tu oído, ocupate vos.