Cuando un tipo le mete un balazo en la cabeza a una mujer, por no subyugarse, por no obedecer, por no acostumbrarse a callar o por no dejarse dominar, las villeras no hablamos de polleras, ni de camisas, ni de “relaciones enfermizas”, ni de “valores morales”, ni de “prácticas personales”, porque la violencia machista no necesita consejeros espirituales, ni voceros oportunistas, ni más periodistas policiales en televisión, sino verdaderas redes de prevención, capaces de aguantar el peso del silencio y la domesticación. Mataron a Micaela en la Villa 21, por elegir. Y no, no vamos a permitir que la sepulten los dueños de la noticia, ni que los dueños de la Justicia se pongan a juzgar “otro homicidio”. Ahora es cuando: tienen que condenar el femicidio.