24 febrero, 2016
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Marcha por la urbanización: 18 HORAS

A conciencia, seguimos copando las calles como un gran sacrilegio a la somnolencia, pero no para competir por un plan, ni por el privilegio de la supervivencia. Somos lo que hicimos para cambiar lo que otros querían que fuéramos. Y sí, somos los mismos negros que éramos, reclamando todo eso que nos prometió el derecho: un miserable techo y una letrina que no venga como propina para la paz, perfumada por la orina de todos los demás. Porque no, esas veces que cortamos los carriles de la invisibilización, no estábamos pidiendo dos chapas y un colchón, ni más lamparitas de bajo consumo. Estábamos pidiendo que dejaran de vender humo, tras el telón de la cana. ¿O por qué pedimos “integración urbana”? Kevin no hubiera perdido su infancia, de haber contado con una ambulancia en su barrio natal, la misma ambulancia que le negaron a Pascual en la Villa 31, por esa arrogancia que mató a Facundo en la 21. Asesinado por la negligencia y “un árbol que seguro se caía”, fue víctima de la indiferencia igual que María, muerta a los 5 también por villera, por haber nacido en la Costanera y por haber padecido un incendio de los habituales, en la tierra donde “está prohibido ingresar materiales”.

Ahora: Recoleta.
Ahora: Recoleta.

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