24 marzo, 2016
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“CARTA ABIERTA AL DIABLO”

* Por Renata Flores, sobreviviente de los apagones y sus patrones.

Alejada de toda comunicación, en San Antonio de los Cobres, no conocía la radio, ni el periódico, en los tiempos de la dictadura: si nos informaban de algo, era sólo en la escuela. Pero a decir verdad, yo prefería estar desinformada antes que recibir orejazos por no hacer la fila en posición de firme, o un grito por no saludar como un soldado, o el puntero por hacer una pregunta, o un castigo por no saber de memoria esas poesías que no se relacionaban ni en su maquillaje con nuestro inhóspito paraje.

De todos modos, debí dejar la escuela obligada, para ir a pastar mis ovejas y mis llamas, mientras salía en busca de cambalachar carne por frutas o verduras, en la Quebrada de Humahuaca. Porque nuestra economía era ésa: intercambiar productos. Por esa ruta, llegué hasta Juella, mi pueblito jujeño, donde sólo pude cambalachar una mirada con el hombre que se volvió mi marido. Por eso, por él, me quedé a vivir acá, aunque pasaba tiempo sola, dado que mi marido debía irse a trabajar a la zafra. Allí, un patrón de apellido Costas se disfrazaba de tío, de diablo, como tantos otros patrones, para hacer desaparecer a los obreros que reclamaban lo que otros preferían callar.

No era una leyenda: se disfrazaban de verdad.

Por entonces, no sabíamos casi nada de lo que pasaba. O quizá, preferíamos no saber, pero el tiempo nos trajo la verdad sobre esa inhumana dictadura que apagó la luz de Jujuy, especialmente entre el 20 y el 27 de julio de 1976, cuando Libertador General San Martín sufrió los eternos apagones que habilitaron el secuestro de 400 trabajadores, de los cuales 55 continúan desaparecidos. Tal monstruosidad imposible, sólo fue posible gracias a la complicidad del Ingenio Ledesma, que proveía los vehículos para la caza de brujas. Sólo fue posible, gracias al siniestro Carlos Pedro Blaquier.

Por ese entonces, resultaba “normal” ver las calles colmadas de policías. Y hoy también. Era común escuchar los medios llenos de ninguna información. Y hoy también. Nosotros, los pobres, teníamos alambrados todos los medios locales. Y hoy también. Pero no, no pudieron, ni podrán avasallar nuestra resistencia, ni con balas, ni con esa burocracia que desangra a las localidades más humildes, ni con esos derrames de los diques de cola generados por las mineras, ni con el plomo que nos inyectan en la sangre, ni con el regenteo de la pachamama, en la propia cara de nuestros Pueblos originarios.

Y sí, algunos podrán pensar que los indígenas no sabemos mucho, pero de muerte sabemos un montón: agárrense bien fuerte, porque un día llegará el alumbrón.

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