Cuando tres cagones trabajan de botones en la puerta de un local, cuando otros dos matones portan chapa y fierro legal, cuando la corrupción administra un bar, cuando desaparece Gerardo “Pichón” Escobar, cuando el silencio más tétrico grita en el diario, cuando opera el Comando Radioeléctrico de Rosario, cuando el rastreo telefónico indica un hogar, cuando resulta que el patovica vivía en ese lugar, cuando un policía burla su licencia psiquiátrica, cuando la comisaría dice que “la víctima caminaba de forma errática”, cuando sospechan que un muerto hizo lío, cuando su cuerpo aparece flotando en el río, cuando la Justicia no encuentra razones, cuando no hay agua adentro de sus pulmones, cuando el gobierno provincial protege a la mafia policial y cuando los pueblos luchan hasta el final, no hay suicidio, ni homicidio, ni maldición, ni emboscada, ni encerrona: hay una Desaparición Forzada de persona.