Un día como mañana, bajo una tormenta que dura hasta hoy, perdimos lo que más queríamos, lo más lindo que Dios nos dio, lo más lindo que nos quitó. Te perdimos a vos, hijo, nuestro único hijo. Y cuesta creer que se cumplan 4 años ya, 1460 días desde que la vida nos cambió para siempre.
Te fuiste así, sin que pudiéramos despedirnos, sin darnos la posibilidad de decirte muchas cosas que aún duelen, cosas que no sanarán jamás. No pude decirte “Nanu”, por última vez. Te fuiste, Facundo Correa, te fuiste porque ese árbol se cayó, tal como denunciamos que se iba a caer, arriba de la villa 21, arriba de nuestro techo, arriba tuyo. Te fuiste. Y nuestras vidas quedaron tristes, en esta casa vacía, donde el dolor irremediable sigue perdiendo contra el recuerdo de tu risa, tu alegría, tus carcajadas.
Ahora, hay estrellas que brillan más y un ángel que nos cuida allá arriba, pero acá abajo, seguimos esperando respuestas del Gobierno de la Ciudad, responsable de no habernos escuchado, de no haber controlado y de no haber podado ese árbol que te mató, en medio de esa tormenta que nunca más terminó.
Como vos sabés, como vos sabías, infinidad de veces supliqué, exigí y grité que se ocuparan, pero no, no hubo tiempo, no hubo oídos, no hubo voluntad, porque vivíamos acá, donde seguimos viviendo. Porque éramos invisibles, como seguimos siendo.
Tantas veces te pedí que entraras a la casa, si empezaba a llover, que finalmente me diste pelota. Fuiste al colegio, jugaste al fútbol y entraste corriendo, en cuanto se largó. Hiciste todo bien. Y ellos, ellos todo mal. Aplastaron tu vida.
Y la mía, también.
El tiempo no cura: llevamos 4 años con la herida abierta y con esta impotencia que vuelve a sangrar, entre las letras de tu nombre, entre las luces de las fotos, entre los dientes de tu sonrisa. Tratamos, como podemos, tratamos de quedarnos con los recuerdos lindos, con las anécdotas de tus amigos y con tu luz, pero sólo aquellas personas que transitan esta realidad, podrán comprender el vacío de una madre después de semejante tragedia. Me condenaron a vivir muerta en vida. Y lo único que me impulsa, es la búsqueda de justicia, para vos.
Hoy habrá misa y festival en el barrio, donde nadie te pudo borrar, porque nadie te puede olvidar. Pero yo, Facu, yo quiero pedirte una cosita, si Dios te lo permite: por favor, vení a mis sueños, visitame y abrazame, porque necesito sentirte, para seguir resistiendo a tu ausencia. No nos hemos resignado, hijo mío. Acá estaremos siempre, aunque el sol no salga más.
Y no, no vamos a parar.
Te amo,
Mamá.