* Por Ingrid Beck,
Directora de Barcelona, integrante de #NiUnaMenos
“Como periodista, venía dándole espacio al tema. Tenía un trabajo personal. Pero hay algo que te mueve desde otro lugar y tiene más que ver con el activismo. La necesidad de poner el cuerpo. De estar. Y de estar con otros.” Esto le dije a Paula Rodríguez cuando me entrevistó para el libro #NiUnaMenos. Sigo creyendo en la necesidad de poner el cuerpo y de reclamar. Y de no sacar el foco de la palabra clave que es machismo. Porque Ni Una Menos es un movimiento contra la violencia machista.
El 3 de junio de 2015 no fue una reacción impotente frente a los femicidios. Sirvió para explicar que el femicidio es el punto más trágico, visible e irreparable de una cadena a veces muy invisible de violencias. La enorme movilización generó debates, preguntas, cuestionamientos. Nos obligó a muchas a pensar cómo se explica el machismo. Y resultó más fácil de lo que parecía: todas tuvimos miedo alguna vez sólo por caminar por la calle. Muchísimos varones, feministas, interesados, se sorprendieron con las historias de las mujeres de su entorno más cercano: “Sí, una vez me mostraron el pito en una plaza”, “Sí, claro que me apoyaron en el subte”, “Sí, todos los días pienso en qué ponerme para que no me digan groserías”, “Sí, tuve miedo de que me violaran”, “Sí, mi jefe me dejó sin tareas porque no respondí a sus insinuaciones”… La lista de es interminable, pero deja entrever la multiplicidad de dimensiones del problema.
Haber provocado estas conversaciones es de lo más valioso y trascendente de Ni Una Menos. Las políticas públicas son fundamentales. No se trata de evitar la exigencia y el reclamo a los poderes del Estado. De hecho, a un año de el enorme acto, hay más de un reclamo pendiente: no se anunció el Plan Nacional de Acción para prevenir, erradicar y sancionar la violencia hacia las mujeres; no se empezó a instrumentar la ley de patrocinio jurídico gratuito, no hay perspectiva de género en la composición de la Justicia ni en muchos de sus fallos; no existe protección para los hijos de las mujeres asesinadas; no se implementó el monitoreo electrónico para asegurar que los violentos no violen las restricciones de acercamiento que impone la Justicia; siguen muriendo mujeres por abortos clandestinos; no existe capacitación ni sensibilización en las fuerzas de seguridad; no hay en varias provincias programas que asistan, protejan y acompañen a mujeres victimas de la violencia machista, y no está garantizada la educación sexual integral con perspectiva de género en todas las escuelas del país. Otra larga lista que podría seguir. Por eso volvimos a poner el cuerpo este 3 de junio en el Congreso. Pero no es suficiente.
Tras la marcha, decidimos lanzar la campaña «Argentina cuenta la violencia machista», con el fin de poder establecer un índice nacional. Ya hubo 35 mil mujeres que completaron el cuestionario en www.niunamenos.com.ar y estas líneas pretenden contribuir a expandir ese alcance, para que seamos muchas más aún, gritando y dibujando el mapa de las violencias cotidianas.
Porque el proceso de poner el cuerpo implicó reflexionar mucho. Revisar la historia personal. Pensar en lo que les transmitís a tus hijos. Preguntarme por qué, si nunca sufrí violencia física, el tema me interpela tanto. Qué hay en mi vida, en la de la gente que tengo alrededor. Y activar.