30 junio, 2016
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El ajuste que mata, pinta para peor

El 12 de abril pasado, el corazón de Melisa Bogarín no aguantó más la precarización laboral que sufría desde hacía ocho años y que se había agravado días antes de su fallecimiento. Manejaba la comunicación popular del Programa ProHuerta, dependiente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, cuando en una asamblea, con el peligro latente de perder su fuente de trabajo y la de sus compañeros, cayó desvanecida. Tras un silencio necesario, su compañero de vida Germán Gonaldi decidió hablar con La Garganta, y contar todo lo que sufre otro corazón destrozado.

 

Extracto de la nota publicada en la edición de junio de La Garganta Poderosa.

 

Por la Asamblea de La Poderosa Chaco.

 

Melisa Bogarín vivía en Las Breñas, a 260 km de Resistencia, junto a su compañero Germán Gonaldi y su pequeña hija Maya. A esa ciudad sostenida por una economía agrícola y ganadera había llegado en 2010, para fortalecer los lazos de la comunicación popular en el seno del programa ProHuerta, dependiente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, del ministerio de Agroindustria. El 12 de abril, sumida en una profunda angustia al ver peligrar, junto a otros 13 compañeros, su fuente de trabajo, se descompensó ante autoridades nacionales del INTA, en el momento en que pretendía que se escuche su grito de lucha. Minutos después, falleció de un paro cardíaco.

 

Después de casi dos meses de silencio ante los medios, su compañero de vida decidió hablar: “Ella tenía un origen muy humilde, pasó hambre y muchas necesidades, sobre todo durante 2001 y 2002. Eso marcó su forma de pensar. En el ProHuerta encontró un lugar donde se estimulaba esa idea de ayudar, porque trabajaba con gente de campo muy necesitada. Desde ahí empezó a hacer comunicación popular, ella pensaba siempre en el otro”.

 

Quebrado por haber perdido a la madre de su hija, pero con una fuerza inclaudicable, Germán profundizó sobre la situación en ProHuerta: “Desde el 2008 Meli tenía un contrato anual y a partir de 2015 se lo renovaban cada seis meses. Días antes de fallecer, había firmado hasta junio, lo que significaba estar cada tres meses con el corazón en la boca. Además, en la Secretaría de Agricultura Familiar donde trabajo, yo estaba en una lista negra que armó el coordinador, Gustavo Nuñez, y se lo había contado la noche anterior a su muerte. Sin ningún problema de salud previo. La angustia la llevó a un pico de stress. Estoy completamente convencido de que el ajuste y la precariedad, que también se la debemos al gobierno anterior, matan, porque llegan a las personas, no somos numeritos”.

 

 

-¿Por qué prendió tanto la estigmatización sobre el mote de “ñoquis”?

-Funcionó muy bien la maquinaria de comunicación de los grandes medios encabezada por el grupo Clarín y convenció a algunos de que los empleados estatales somos ñoquis o militantes rentados. Hay un aparato discursivo impresionante y muchos se justifican, o porque el gobierno anterior no nos solucionó la precarización, o porque hay que achicar el Estado, pero eso sigue siendo el mismo discurso de derecha y discriminatorio. Con Meli militábamos desde la lucha diaria para que la comunicación popular pudiera romper el discurso hegemónico. Quien piensa que lo que está pasando no tiene que ver con las políticas de ajuste, hambre y miseria, no está viendo la película completa. Yo no voy a decir que Macri la mató. Pero sí puedo decir que este tipo de políticas ocasionan angustia a personas de carne y hueso, y algunas lo pueden manejar y otras no. 

 

En la intimidad de su casa, y también de su interior, Germán pone en palabras sus sentires, con vistas al futuro: “En unos años me veo criando a mi hija con todo el amor que tengo, ella va a ser mi sostén y cuando sea un poco más grande le voy a explicar quién fue su madre y la pequeña lucha que estaba dando. Le voy a contar que cumplió sus sueños de formar una familia pero que le quedaron muchísimos por el camino”.

 

Desde el umbral de su casa, la que tanto les costó conseguir, nos despide con una entereza envidiable, seguro de que no dejará de batallar ni de levantar las banderas que llevaba junto a Melisa: “En algún otro lugar, está alentando y transmitiendo energía para denunciar lo que pasó”.

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