Siempre la misma historia: te necesitan atrás de una zanahoria. Y por eso todo resulta un exceso en sus mediáticas guerras, para que nunca explote una ley de acceso a las tierras. Tiran fruta los comunicadores y la yuta reparte su mano dura, mientras 20 mil productores regalan verdura y la tele los transforma en calabaza, para debatir quién mandó tanta gente a la plaza. De cabo a rabo, el mismo nabo que nunca los atendió, pregunta quién carajo los regó. ¿Quién fue? Más de 500 familias nucleadas en la UTT cultivaron una plaza anestesiada, para revolver la ensalada televisiva, sin importar un rábano la calidad informativa. Con huevos y ovarios gigantes en todas las chacras del país, los laburantes que cosechan tus granos de maíz, salieron a montar su verdulería con toda su buena leche, pero no para que la politiquería lo aproveche, ni lo coseche, sino para irrigar la producción hasta oxigenar la comercialización de los alimentos que compramos en las villas todos los días a precios irracionales, lejos de las semillas y las economías regionales. Desmalezando el trasfondo del flagelo alimentario, también nos regalaron un proyecto de fondo fiduciario para el otorgamiento de créditos accesibles a esos trabajadores invisibles, ésos abiertamente demonizados por los menesteres de los supermercados, ésos históricamente esclavizados por los alquileres desregulados. Pues víctimas de mezquinos anteojos, miles de campesinos siguen sufriendo desalojos a las sombras del tarifazo y la quimicultura que nos quiere envenenar, para darle otro machetazo a la Agricultura Familiar. Humos importados y agroinsumos dolarizados, alimentan la producción al servicio de la exportación, por encima de cualquier argumento: del productor al consumidor, ¡400 por ciento de aumento! No existe una sociedad dividida por los modos, ni por la plataforma, ni por la malaria: no habrá comida para todos, mientras no haya Reforma Agraria.
