26 septiembre, 2016
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La iglesia carnavalesca

El Salón Julio Arrieta de la Casa de la Cultura en la Villa 21-24 abrió sus puertas para recibir pasos de resistencia. Una misa sin cura, una ceremonia sin cruz, llenó de color el barrio desde el 10 de septiembre. Cada fin de semana los platillos, los bailes y el canto se apropiaron de la calle para convertir en ritual popular y colectivo la cotidianidad de los vecinos. Ayer, señoras y señores, los Compadritos de Barracas cerraron la Misa del Rey Momo.

 

 

El ciclo de encuentros agrupó a más de 20 murgas de Gran Buenos Aires y Capital, como un plato de entrada a los carnavales de febrero y una bienvenida a la primavera, pero sobre todo para que se escuche el repudio contra la persecución a los murgueros y murgueras. “La calle nos pertenece, esto es arte colectivo y tenemos que hacer ruido en contra del acoso de los aparatos institucionales. Lo que sucedió en la 1-11-14 con Los Auténticos Reyes del Ritmo y en San Juan con Los Sedientos de Tulum son solo los ejemplos más conocidos, pero siempre estamos siendo perseguidos. Esta misa es una forma de demostrar unidad y de visibilizar la alegría del barrio”, expresó Nahuel de Los Compadritos de Barracas.

 

 

La fogata se elevó eternamente al consumir al Rey Momo. Las carcajadas de las máscaras ancestrales caminaron por las calles, sin importar la oscuridad de la noche, el tránsito incesante y la yuta intimidante. Ahora y siempre, contra la represión murguera, las comparsas del país luchan para que respeten su arte. La misa del carnaval no se detiene y por si la policía no entiende…

¡La cultura barrial no se reprime, se defiende!

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