17 octubre, 2016
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Paseo de la farsa

*Por Nelson Santacruz, comunicador de la asamblea poderosa de la Villa 21-24

 

 

Ante esa plaza que recibe miles de pasos diarios. Esa estación donde chillan cientos de veces el freno de los trenes. Allí mismo donde ricos y pobres conglomeran sin mirarse las caras. Los autos y colectivos les dan la espalda y una que otra curiosa mirada se posa. Se posa sobre esas paredes desprolijas, el piso de asfalto y el techito naranja elevados sobre la Avenida Brasil. Un par de narices tapadas huelen el humo de unas ollas gigantes sin entender el motivo de la lucha.

 

 

 

Al costado derecho, se eleva la Estación de Constitución y del lado izquierdo, un par de arcos dorados se burlan de sus bufets populares. En frente, la indiferencia circula constante e ignorante. Atrás, un tal Paseo la Estación escupe clientes que toman a sus hijos de las manos: más fuerte cuando ven los carteles de protesta. Atrás, un Paseo de la Estafa y la discriminación.

 

 

Hace ocho años, La Saladita encunaba en ese mismo lugar a cientos de trabajadores y trabajadoras y también hace  cuatro años las llamas consumían la mercadería y los puestos laborales de este centenar de personas. Ya desde entonces una chispita de queja se había encendido ya que la Comisaría Nª16 prometió la indemnización que nunca existió por el accidente. Mejor dicho: ¿Por el accidente? No importa ahora, porque ellos la pudieron remar y compraron nuevos productos para sobrevivir.

 

 

 

Usaron varias armas, primero la precariedad e informalidad. Luego un “accidental” incendio y la no devolución de mercaderías. A inicios de este año, el acoso administrativo de parte de Ana María Martínez les daba un cachetazo con hasta un 20% de aumento en los alquileres. Y por último, lo inevitable e irresistible para todo burgués: la represión policiaca del pasado mes.

 

 

“Gracias a nosotros lograron hacer semejante paseo de compras. Los que acampamos acá estamos desde hace 8 años cuando arrancó todo. A inicios de este año los precios más bajos por cada puesto estaban a 15 mil pesos y los más altos llegaban hasta los 45 mil pesos. El 14 de agosto vinimos y nos encontramos con que la feria estaba cerrada. Nunca nos dieron explicación alguna. Comenzamos a hacer cortes en la calle, quemar llantas a acampar pero no dieron la cara”, expresó César Valence, ex vendedor del lugar.

 

 

Con una disponibilidad de casi 500 locales mantenía ocupados la fuerza de 200 trabajadores con ventas variadas de juguetes, ropas, bijouterie y celulares. La Justicia y el Gobierno de la Ciudad callan, miran a otro lado y vuelven a callar. Es así como compañeros del Movimiento Territorial Liberación y la CTA apoyaron su causa mientras los medios callaron los golpes de la policía.  

 

 

“El día 4 de septiembre se reabrió el Paseo y un grupo de compañeros entró a partir de una lista. En esa lista quedamos a fuera 26 vendedores. Con toda su patota leían quiénes podían entrar y quiénes no. Quisimos dialogar con ellos de manera pacífica, pero no hubo caso.  Más adelante llegaron unos 80 cuerpos de la Policía Federal. Hubo violencia, nos pegaron con palos.  A los delegados se los llevaron presos por un día sin motivos. Peor que a un delincuente, de los pelos y los brazos. Nosotros nos tiramos al piso, y de ahí nos arrastraban sin respetar niños ni mujeres embarazadas”, lamentó César.

 

 

 

El frío, el calor, la lluvia y el negro humo de los vehículos han abrazado a estas 26 personas y a los casi 40 niños que comparten la resistencia desde hace 3 meses. Solo quieren una indemnización por las mercaderías sustraídas por la administración. El grito es latinoamericano y africano, para nada exigente, ahí delante de la estación. Miro, miralos, miremos: soplan el fuego de su olla popular y esperan cualquier tipo de donación hasta que le devuelvan  la  dignidad laboral que les robaron con cada violación.

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