*Por Susana Zaccaro, comunicadora cordobesa de La Garganta Poderosa, asamblea Yapeyú
Nos siguen golpeando, nos siguen violando, nos siguen desapareciendo. Y todos tenemos que hacernos cargo.
La Justicia, ¿de qué justicia nos hablan?
¿La Justicia que le quita la protección a una mujer?
¿La Justicia que le niega renovar una orden de restricción?
¿La Justicia que obliga a una mujer a tener que dormir con su hijo en la guardia de un hospital, porque es el único lugar seguro que le puede garantizar?
¿La Justicia que es sorda y nunca nos escucha cuando realizamos una denuncia? ¿O la que es ciega, que parece no ver nuestras marcas y cicatrices?
El Estado, ¿presente?
Un Estado cómplice y responsable, que vacía los centros de contención a la víctimas de violencia de género.
Un Estado al que cuando le pedimos que nos escuche, pero que nos recibe con indiferencia y frialdad.
Un Estado que siempre dudan de lo que decimos y llegan a hacernos sentir culpables, porque seguramente «algo habrás hecho mal para que tu hombre se enoje y se ponga violento».
Un Estado que nos oprime por ser mujeres, pero que es peor si además sos villera o trabajadora de la economía popular.
Un Estado que nos dice: “Vaya tranquila, señora” y luego, sus funcionarios se escandalizan cuando aparecen nuestros cuerpos sin vida en un baldío o en una bolsa.
Los medios de comunicación… ¡bien, gracias!
Los medios que venden con nuestras luchas, al utilizar consignas como “No a la Violencia de Género” o“Ni una Menos”, o al mostrarse indignados cuando no pueden dejar de ocultar las cifras de mujeres asesinadas, mientras la representación pública de hombres y mujeres en los medios de comunicación sigue siendo asimétrica.
Hablar, habla cualquiera: con eso no alcanza.
No se trata sólo de tomar conciencia sino de llevarlo a la práctica: es hora de actuar, desde nuestro lugar. Muchas quedaron en el camino pero somos muchas más las que estamos vivas, empoderadas y más fuertes que nunca para seguir luchando.
Hoy volvimos a salir a la calle, porque cuando maltratan a una, nos maltratan a todas:
Nunca, nunca jamás, vamos a aflojar.